SPUTNIK V: ¿LA «OPERACIÓN BARBARROJA» DE ALBERTO?

«Rusia siempre te reserva una sorpresa» le dijo Hermann Göring a su jefe cuando la sobrehumana resistencia encontrada tras la invasión sepultó los sueños de Hitler. Hoy Fernández toma la misma medicina.

Adolfo Hitler tenía, además de su locura, sus psicopatías y sus perversiones, dos problemas de base que condicionaron sus sueños de dominar al mundo: se creía sus propias mentiras y planificaba sobre un mapa sin atender siquiera a la presencia del «otro» en el escenario.

Así imaginó la «Operación Barbarroja» y, sin atender los consejos de sus asesores militares que le suplicaban no iniciar la disparatada invasión de Rusia sin haber terminado antes la campaña occidental, se lanzó a una aventura que por la altura del año en la que se iniciaba, la necesidad de debilitar sus ejércitos ya instalados a las puertas de Gran Bretaña y por la históricamente heroica defensa que los rusos hacían de su territorio no podía terminar en otra cosa que lo que ocurrió: un verdadero desastre y el fin de la aventura nazi.

«Rusia siempre te reserva una sorpresa» le dijo Hermann Göring a su jefe cuando ya gran parte de su otrora poderosa Luftwaffe yacía destruida sobre la dura estepa soviética y los ejércitos del Reich huían despavoridos tratando de evitar ser masacrados por las tropas rojas.

Y a Alberto Fernández, salvando las obvias diferencias morales con el tirano alemán, parece que también Rusia le deparaba una sorpresa y que el resultado de la misma puede resultarle ruinoso…

Se conoció en las últimas horas una comunicación de Cecilia Nicolini, insólita asesora presidencial que manejó el millonario negocio con el gobierno de Vladimir Putin para la compra de la vacuna Sputnik V pasando por encima a la propia ministra Carla Vizzotti y a toda la estructura del gobierno, que pone en evidencia algo que se sospechaba desde el principio de esta operación: la compra de la vacuna tuvo que ver con cuestiones geopolíticas antes que con una seria relación con lo sanitario y con el interés del país por lograr una efectiva inoculación de su población.

El documento, que acaba de ser reconocido como veraz por la propia Nicolini, sostiene que el gobierno argentino hizo “todo lo posible para que Sputnik V sea un gran éxito”, pero advierte a los rusos que “nos están dejando muy pocas opciones para seguir luchando por ustedes y por este proyecto”.

El incumplimiento por parte de los vendedores en entregar la segunda dosis del medicamento -además de registrar tres meses de atraso en las prometidas unidades de la primera aplicación- no es gratuito: hay más de 6 millones de personas que iniciaron sus esquemas con esa fórmula y no saben cuándo completarán su plan vacunatorio.

“Esperábamos tener todo listo para el 9, fue la única y más importante solicitud del presidente Fernández y nuevamente una decepción para él y para su país”, sentenció. sentenció la asesora para recordar que era la intención del presidente aprovechar la fecha patria para lanzar la campaña electoral con algo más que las remanidas promesas que a poco de andar quedan en evidencia como fabulaciones.

Al recordarle a su interlocutor ruso que Argentina intentó tapar el bache con la producción de la vacuna en nuestro país, deja en evidencia una vez más que la respuesta de Gamaleya y el gobierno de Putín fue la indiferencia. «Richmond envió las primeras dosis para pasar el control de calidad el 16 de junio. Nos han dicho que este proceso tardaría entre 10 y 15 días. Las dosis están en Rusia desde hace más de 21 días… esperábamos que usted estuviera especialmente al tanto de esto, fue la única y más importante solicitud del presidente Fernández, y nuevamente una decepción para él y para el país». Sin comentarios…

Ahora nadie sabe que ocurrirá con los millones de argentinos que ya han superado los 90 días desde la primera aplicación y lo más grave es que del mismo mail de Cecilia Nicolini surge una duda preocupante: ¿era verdad que ese era el tiempo de cobertura o todo fue una ficción creada para esconder la desprolijidad y el incumplimiento?. Algo de esto último se desprende del mensaje enviado desde la Argentina.

Si no hay una rápida solución y si se comprueba que seis millones de compatriotas han sido arrastrado a una aventura que comienza a expeler un putrefacto olor a negociado -la propia asesora presidencia habla de exenciones fiscales nunca aclaradas y presiones por parte del gobierno ruso para que se le giren los fondos correspondientes al trabajo que está llevando adelante el laboratorio local Richmond. «Alguien de su equipo de producción le está pidiendo a Richmond que le pida al Ministerio de Salud que facture y reciba el pago completo de las dosis producidas aquí».

¿Es entonces que lo que aquí se está haciendo es aportar al «negocio» ruso con fondos argentinos?. Raro, muy raro…

Pasan los días y no hay respuestas. Ahora Nicolini amenaza a los rusos con que «todo el contrato corre el riesgo de ser cancelado públicamente».

En cualquier momento algún colaborador de Alberto Fernández abrirá la puerta del despacho presidencial y le dirá al presidente aquello de «Rusia siempre te reserva una sorpresa».

Claro que lo que puede yacer en los campos no son aviones, armas y pertrechos destruidos…sino muchos millones de argentinos que se quedarán sin completar el resguardo para su salud.

Y el mandatario pagará el precio de creerse las propias mentiras