Mientras creía que iba a ser premiado con puestos salidores en la lista que encabeza Vilma, Tato hablaba de ella como si fuese «La Chica 10». Se quedó afuera y ahora la ve como a la Xipolitakis.
Y lo dijo sin ponerse colorado: “apoyaremos a Carlos Arroyo porque su candidatura representa transparencia, austeridad y decencia en la gestión pública. Este conjunto de valores no los encuentro en Vilma Baragiola”.
Hasta la fecha del cierre de listas -cuando en realidad el proverbial Tato no había llegado a armar una propuesta suficientemente seria como para competir por la intendencia- el diálogo con la dirigente marchaba por carriles normales. De hecho se sabía que existían negociaciones para que Serebrinsky encabezase la lista de concejales, lo que en realidad era desde el principio su expectativa de máxima.
¿Le mintió Vilma?, ¿le prometió algo que después olvidó?. Hay muchas versiones, pero la de mayor peso dice que ni en el PRO ni en el sector de la UCR que comparte el espacio querían saber nada con quien en su momento pasó por las filas de Aldo Rico para terminar luego abrevando en el kirchnerismo explícito.
Lo cierto es que Tato quedó colgando del pincel y eso desató la furia que ahora se vuelca en la catarata de descalificaciones con las que corona a quien fue su compañera de partido.
La pregunta cae de maduro: ¿si le hubieran dado lo que pedía, para Tato hoy Vilma sería una santa?. Conociendo la profundidad de las convicciones «tatistas»…seguro que si.
¿Pueden entonces tomarse en serio sus afirmaciones?…no mucho.
¿Lo ayuda a Arroyo la cercanía del saltimbanqui dirigente?…es claro que no, y mucho deberá cuidarse de no terminar también él cayendo en la lengua filosa y no siempre ajustada a la realidad del hombre que supo buscar por derecha y/o izquierda su lugar bajo el sol. Que al fin de cuentas parece ser lo único que considera verdaderamente importante.
Tal vez ahora Vilma pueda respirar más tranquila que Zorro Uno.