Marina Villar, argentina radicada en Seúl, contó cómo se atacó de manera efectiva el avance del coronavirus con la realización de tests a la mayor cantidad de gente posible -con su correspondiente seguimiento- y el firme acatamiento del aislamiento.
Con un primer caso registrado el 20 de enero, Corea del Sur recién pudo ver el éxito de las medidas el 10 de marzo de acuerdo a lo reflejado en la baja de los casos, pero hace unos días surgió la posibilidad de un rebrote que obliga a no bajar la guardia.
Mientras acata las medidas de aislamiento social junto a su marido y su hija, Marina Villar compartió su valiosa experiencia desde Corea del Sur, donde el coronavirus llegó directamente de China como único espejo para saber cómo actuar. En diálogo con la periodista Florencia Cordero en el programa Un Lugar en el Mundo de Radio Brisas, la argentina aportó una mirada interesante sobre lo que ella ya vivió como ciudadana y de lo que se viene para Argentina en la pelea por controlar la pandemia.
– ¿Cómo están las cosas hoy?
– Es una situación dinámica. Hace unos días se empezó a decir en el mundo que Corea es un país a mirar. Y viendo los números de lo que está pasando en el mundo, la perspectiva acá es muy buena, pero hace unos días se registraron algunos casos y por eso no podemos decir que está todo solucionado. Hay que continuar con las medidas.
– ¿Cómo fue el primer impacto cuando empezaron los primeros casos y el efecto que causó la llamada «Paciente 31»?
– El primer caso sucedió el 20 de enero con una persona que había estado en Wuhan. Lo trajo de China a Corea. Durante todo el primer mes, los casos fueron aumentando muy paulatinamente con solo 51 contagiados, pero luego en dos o tres días aumentó a casi 600. Ahí fue que el gobierno decidió llamar a Emergencia Nacional. En ese momento se tomaron medidas como las que hoy hay en Argentina. Suspendieron las clases, se recomendó trabajar desde la casa y se sugirió el distanciamiento voluntario. No se cerraron las ciudades. Y se recomendó evitar lugares con mucha gente. El caso de la «Paciente 31» es una mujer que fue a una misa y allí contagió a un montón de personas. Las autoridades ubicaron a todas las personas que estuvieron en esa reunión y las testearon. Desde el minuto uno se enfocaron en testear a cada una de las personas que habían estado con los infectados durante los días previos.
– ¿Cómo fue la reacción de la sociedad coreana una vez que se dio a conocer cómo había explotado la cantidad de casos?
– En el momento en el que se declaró la Emergencia Nacional hubo mayor incertidumbre, miedo, dudas… Las dos semanas siguientes pasamos de 600 casos a 7000, con lo cual había un promedio de 600/700 nuevos casos por día. En ese momento había más desconocimiento del que hay hoy. Teníamos solo a China como modelo. La gente lo tomó bastante bien y esto tiene que ver con la obediencia asiática. Si le dicen a los coreanos que no pueden salir, no salen. No hubo quejas, no hubo protestas. Se tomó con bastante calma. No hubo desabastecimiento, no hubo aumento de precios. Eso generó calma medianamente rápido. Y también el gobierno tuvo buena comunicación diaria con la población con un reporte por la mañana y otro por la tarde con cantidad de casos, edades y zonas.
– ¿Cuándo empezaron a ver que esas medidas daban resultado?
– Acá los números empezaron a bajar el 10 de marzo, justo en el momento en que en el mundo empezaban a despegar de una forma muy importante. Hubo sorpresa porque no pensábamos que iban a haber buenos resultados tan pronto. Pero al mismo tiempo es alarmante ver la situación de Italia, España y Estados Unidos. Por eso la gente está muy cautelosa. Se sigue guardando. A nosotros nos encontró en pleno invierno donde el riesgo es mayor entonces las calles estaban vacías, la gente hacía compras online y creo hoy lo sigue haciendo. Recién este fin de semana se vio más gente en las calles.
– ¿De qué manera a través de los adelantos tecnológicos, Corea pudo llevar esos avances a la detección del virus tratando de monitorear el movimiento de las personas y, en consecuencia, el movimiento del virus?
– Corea es un país muy tecnológico. Una de las primeras cosas que hicieron fue crear un app en la que cargaban la información del recorrido que los infectados habían hecho los días previos a contraer el virus. Uno podía meterse en los mapas y ver por qué zonas habían estado y, de esa manera, evitar esos lugares. Al principio pensé que era contraproducente porque podría generar paranoia. Pero lo charlé con varios coreanos y me dijeron que para ellos era sumamente útil y una manera de prevención más que de generar paranoia. Además si vos tenías activada la ubicación en el teléfono te mandaban un alerta si en la zona en la que vos estabas había un determinado caso.
– ¿Cómo viviste vos el hecho de que esto empiece a pasar ahora en Argentina?
– Es raro. Tal vez porque acá el ambiente es bastante tranquilo y las noticias son en coreano -que mucho no entiendo- tengo la posibilidad de aislarme un poco del caos que viven los locales. Pero cuando empezó a pasar en Argentina y la gente se empezó a preocupar, me pasó algo que no pensé que me iba a pasar. En tres o cuatro días me estresé más de lo que me había estresado en un mes y medio acá. Hoy estoy preocupada. Acá habíamos tenido varios días muy buenos con menos de 100 casos por día. Ahora subieron un poco. Creo que me di cuenta de la fragilidad de todo. Esto no está controlado y es algo súper serio. Lo importante es que Argentina pueda evitar el colapso del sistema de salud. Y la única forma es testear a la mayor cantidad de gente y que las personas infectadas se aislen inmediatamente.
– En tu aislamiento inicial en Corea no tuviste ese impacto emocional que te puede causar saber lo que está pasando con tu familia en Argentina, ¿cómo ves que estamos tomando las cosas acá?
– Está muy bien que hayan tomado estas medidas de prevención desde el comienzo. Cuanto antes se tomen las medidas mejor. Creo que hay una parte que tiene que hacer el gobierno y hay otra parte que tiene que hacer la prensa para evitar la desinformación, pero hay algo fundamental que es lo que podemos hacer cada uno de nosotros como individuos. Esto de quedarse en la casa no es un chiste. No estamos de vacaciones. Hagámoslo. No esperemos a ver que tengamos un familiar o un amigo que tenga el virus. Tomemos conciencia de eso. Si los argentinos logran hacer eso, es un paso enorme. Recomiendo seguir las sugerencias de los expertos y en algún momento del día también hay que distraerse. No estar todo el tiempo pendiente del coronavirus, los números, lo que pasa en un lado y lo que pasa en otro. Si no, nos vamos a volver locos. Hagamos dentro de la casa otras actividades para no volvernos locos y mantenernos sanos de cuerpo y espíritu.
– ¿Cuál es tu sensanción hoy habiendo pasado ya el pico de casos, la reacción del gobierno coreano, las medidas que dieron sus frutos y aún asi la posibilidad de un aumento de casos?
– No hay que bajar la guardia. El gobierno anunció que va a testear a todas las personas que lleguen al aeropuerto porque el aumento de casos se dio por las personas que llegaban de Europa. Tienen terror de haber controlado todo acá pero que vuelva el virus con las personas que ingresan. Definitivamente no hay que bajar la guardia. Esto puede ser para largo. Aparte del incoveniente de salud están los problemas económicos y de todo tipo. Por eso creo que vamos a estar hablando del coronavirus todo el año. Argentina tuvo ese período previo en el que se aceleró con las medidas y eso nos puede ayudar. Seamos solidarios, ayudemos a los que están solos, escuchemos al vecino y demostremos que somos humanos, que ninguno está exento. Es muy dificil decirle a alguien que no tenga miedo. No se puede controlar. Tenemos que hacer cosas para distraernos, sentir que hacemos algo productivo y cuidarnos entre todos. Creo que esas son cosas que ayudan.
Escuchá la nota completa acá: