Otra temporada de falsas expectativas, pronósticos desacertados y pésimos resultados. Mientras Mar del Plata tenga una de sus principales actividades en manos de improvisados nada cambiará.
Hace décadas que la actividad turística local viene en caída libre. Cada vez menos gente, cada año un nuevo fracaso y siempre un pretexto al alcance de la mano.
Cuando no es el clima es el dólar, cuando no es la situación económica es que los comerciantes cobran demasiado a los turistas, cuando no es el intendente es «el Viejo de la Bolsa». pero siempre pasa algo que ponga en evidencia una decadencia que parece no tener freno.
La verdad, esa que tratamos de evitar para no aceptar que hay que empezar de nuevo, es que nuestra ciudad ha estado siempre en manos de improvisados y mediocres que gustan de opinar y nunca se toman el trabajo de aprender. Mientras localidades más chicas, que jamás contarán con el potencial de nuestras playas, nuestras sierras y nuestras industrias, se las han ingeniado para encontrar ese nicho de turistas a los que le ofrecen aquello que necesitan, Mar del Plata se ha apoltronado en discursos, falsos apotegmas y una falta alarmante de profesionalismo para entender que el turismo es una industria y que como tal requiere de especialistas que estudien, planifiquen y actúen en consecuencia.
La cruda mirada de Adrián Freijo en este editorial para escuchar, pensar y actuar en consecuencia.