La pelea ya tiene más de un año y continúa. Uber sí, Uber no. Pero en el fondo no es un enfrentamiento menor sino algo más profundo, y que atañe al derecho de los individuos a poder elegir.
Recordemos a Bill Clinton con aquella frase que se hizo famosa, pese a ser luego reinterpretada y que se aplica perfectamente en este caso: «se trata de la libertad, estúpido».
De la libertad de trabajo y de la libertad de los ciudadanos para inclinarse por el servicio que prefieran. La cuestión pasa por la posibilidad de que se den ambas situaciones.
La prueba está «cruzando el charco», más ciertamente en Montevideo, en que de la nada, en un año, según lo informara el gerente general de Uber Uruguay, 400 mujeres han encontrado empleo gracias a la oportunidad que les abrió la plataforma.
Los números hablan por sí solos. De acuerdo a los datos aportados por Iván French a la Junta Departamental, en la actualidad hay unos 200.000 usuarios, solo en Montevideo. En los últimos meses viajaron más de 92.000 personas y son más de 4000 los conductores.
El 36% de ellos estaba desempleado, el 78% buscaba un ingreso suplementario y el 44% trabaja menos de 10 horas a la semana.
Es una demostración más de lo rápido que cambia el mundo en que vivimos, de las diferencias producidas en sus usos y costumbres. No es factible pensar que lo podemos detener en algún punto. La supervivencia de lo establecido, de lo viejo y conocido, se halla en la capacidad y la habilidad para re reinventarse.
Allí se encuentra la diferencia entre las empresas que se mantienen a flote a pesar de las turbulencias y las que desaparecen para siempre. Los ejemplos sobran y si no, basta pensar en los fabricantes de escupideras, pujante negocio de la época en que estaba de moda masticar tabaco y luego escupirlo.
Los abogados del inmovilismo (a pesar de que se trate de gente vinculada al movimiento), los gremios de choferes y patrones del taxi tienen que darse cuenta de que seguir con la chancha atada no va más.
Porque si la salida está en prohibir las novedades, entonces tendría que haberse impedido el uso de celulares para seguir utilizando solo la telefonía fija provista por Telefónica. Y por supuesto, ni Internet, ni Facebook, ni Twitter, Whats Up, Instagram, Skype o cualquier otra cosa.
Otro tanto sucede con las redes de pago, como Ripsa o Rapi Pago y otras que vinieron a entrometerse en el trabajo de cobradores y carteros, aunque a consecuencia de su establecimiento se le facilitara la vida a tantos, que ahora pueden pagar sus cuentas en algún lugar cercano, con menos personas aglomeradas y sin tener que hacer largas colas.
Es el futuro, es el eterno cambio, es el hombre buscando mejores condiciones para su vida.
También aquí en Mar del Plata los conductores de los viejos «mateos» se enfrentaron a tiros con los primeros que osaron llegar a la por entonces lejana estación de trenes para ofrecer traslado en automóvil a los turistas que nos visitaban. ¿Se imagina si hubiesen ganado la pulseada y todavía todos estuviésemos criando percherones para que tiraran de nuestros carros?.
No hace tanto los taxistas también pusieron el grito en el cielo por la aparición de los remises. Y ahora todos juntos van por Uber o cualquier otra prestación semejante.
Gracias a Dios tarde o temprano deberán aceptar el cambio de los tiempos; y el mundo seguirá andando.