UN 40% MÁS MISERABLES A LA VISTA DE LA GENTE

El insólito aumento en sus dietas dispuesto por los diputados y senadores nacionales muestra la peor cara de una casta política que vive a espaldas de la gente, lo sabe y nada le importa. El riesgo de jugar con fuego.

Cristina Kirchner y Serio Massa, hasta ayer nomás enemigos irreconciliables que cruzaban insultos y descalificaciones, vuelven a constituirse en pareja política cuando de beneficiar a la corporación que integran se trata. Ayer, tras una corta reunión que no llegó a la media hora, acordaron un aumento del 40% en la dieta de los senadores y los diputados nacionales, muy por encima de los acuerdos paritarios de las mayor parte de los trabajadores argentinos.

La foto de ambos dirigentes -con una Cristina sonriendo casi con sorna a la cámara- es la postal del desprecio por la ciudadanía y la prueba palpable del desparpajo con el que la política y los políticos ha decidido tratar el enojo y la impotencia de una sociedad que no atina a dar crédito a las constantes muestras de desinterés de quienes, viviendo a expensas del esfuerzo privado, se van convirtiendo poco a poco en una casta elevada por sobre el resto.

Tal vez embriagados por el poder e impunes por la ausencia absoluta del estado de derecho en la Argentina, la líder del Frente de Todos y el conductor de su socio político el Frente Renovador, crean imposible un estallido social empujado por la desesperación, la pobreza y la indignación. Si ello es así, grueso error están cometiendo ambos y todos los que piensan como ellos.

Deberían recordar que hasta las organizaciones sociales, hasta ayer socias en el camino hacia el poder, han comenzado a reclamar por trabajo genuino, descalificando los planes y subsidios como instrumento válido para salir de la pobreza.

Y que los gremios, de todas las centrales obreras reconocidas, comienzan a vaciarse de afiliados y se convierten en cáscara vacía a las que el propio estado debe sostener con aportes extraordinarios ante la caída de la recaudación propia.

El crecimiento de la desocupación, la informalidad laboral y el desencanto ante la complicidad de los dirigentes con el poder de turno -que hace que el trabajador también perciba otra capa de privilegiados que amasan inexplicables fortunas cediendo los derechos de sus representados- van debilitando a la otrora poderosa estructura sindical con la misma velocidad que en su seno crecen alternativas de base que jaquean a las burocracias enquistadas en el poder de las organizaciones.

Un cóctel explosivo que torpedea la histórica alianza que sostuvo al peronismo y amenaza con vaciar de legitimidad su carácter de movimiento representativo de las fuerzas del trabajo y la producción.

Mientras todos sufren, en el momento en el que los salarios no alcanzan y las empresas cierran y despiden a mansalva,  los representantes políticos suben sus salarios descaradamente y desafían de esa manera la paciencia y la razón de la ciudadanía.

Que hoy los percibe un 40% más miserables que ayer mismo, cuando tampoco los tenía en el altar de sus preferencias.

Cuidado… el límite de la paciencia pública ya se observa a la vuelta de la esquina.