Omar Suárez es el dueño de Cocodrilo, ese fallido boliche que quiso desembarcar en Mar del Plata y encalló en sus costas. Ahora responsabiliza de sus males al Intendente y a este medio.
Lo intentó primero con el nombre real de su no muy prestigiado aunque famoso centro nocturno en Capital. La gente primero, la justicia después y el jefe comunal por fin, le dijeron que no.
Cambió luego el nombre -cuidando que la nueva denominación refiriese al original- y envalentonado festejó por adelantado su «viveza». Otra vez la gente, la justicia y el intendente le salieron al paso y frenaron el intento.
Punto final para el desembarco pero no para la furia de Suárez, quien tal vez no esté acostumbrado a que le digan que no. A veces quisiésemos saber que ofrece allá en sus pagos para no solamente poder hacer lo que quiera sino para además ser un mimado de la prensa y las estrellas del espectáculo. Aunque lo imaginemos.
Como quiera que sea la función de la prensa es controlar como «el tábano sobre la noble bestia» y la del Intendente velar por el cumplimiento de las normas y el bienestar moral de la ciudad.
Y si eso a Suárez le molesta, tiene por delante dos trabajos intensos: enojarse y desenojarse.
Pero allá, a 400 km. de distancia. Acá, en esta Mar del Plata a la que creía tan fácil de colonizar como para llegar a postularse hace unos meses para ocupar la intendencia, parece que por ahora le queda poco por hacer.
Porque está la gente, está la justicia, está el intendente…y también está LIBRE EXPRESIÓN.
Nota de Redacción:
1-El marroquinero es el que confecciona elementos en cuero, tales como botas, cinturones y/o carteras.
2- Un dicho popular del norte dece que «cocodrilo que se duerme…lo hacen cartera»