UN DÍA CON DOS LECCIONES

El arzobispo de Salta dejó un duro mensaje en la cara del presidente y Macri, lejos de enfurecerse, bajóla cabeza y absorbió el golpe. Un caso poco común en la política argentina y que deja claras conclusiones.

¿Qué hubiera pasado si un prelado hubiese dicho en la cara de Cristina o de Néstor lo que el arzobispo de Salta Mario Antonio Cargnello le espetó al presidente Mauricio Macri?. ¿Aceptaría alguno de ellos que un representante de la Iglesia les advirtiese que quería «hablarles de corazón a corazón» para, como lo hizo con el actual mandatario dejar el mensaje inequívoco que disparó a continuación al recordarle que «has hablado de la pobreza, llévate entonces el rosto de los pobres. Son dignos, son argentinos y son respetuosos. Merecen que nos pongamos de rodillas delante de ellos»?.

Seguramente jamás. Si el propio Bergoglio, que tal vez solo cumplía con una línea pastoral que le llegaba de Roma pero en la que poc creía por su afinidad con los gobernantes de entonces, usaba un lenguaje elíptico, basado en conceptos generales vinculados con la doctrina evangélica pero nunca personalizado hacia quienes ejercían el poder en la Argentina. «Parecía» una admonición, pero el tiempo demostró que tan solo era una estrategia consensuada en un ensayado minué que se bailaba sobre el crecimiento de la pobreza, la corrupción y el relato.

En este caso todo terminó en un cordial saludo entre el mensajero y el destinatario del mensaje.

Lo ocurrido en la provincia norteña adquiere entonces el carácter de una doble lección de la que deberían aprender muchos: una iglesia comprometida y directa a la hora de marcar los desvíos y sus consecuencias en los más humildes y un gobierno democrático capaz de absorber la crítica bajando la cabeza y aceptando su responsabilidad en el dolor de tantos argentinos.

Un escenario que por lo lógico poco tiene que ver con la idiosincrasia nacional, la grieta y todo aquello a lo que estamos acostumbrados y tomamos como si fuese lo normal.

Sin comprender que no lo es…