Cristina emitió su último voto como presidente rindiendo culto a su mejor aliado: el relato fuera de la realidad. Habló de un país inexistente aferrada a su imaginada verdad.
No podía ser de otra manera; en la retirada Cristina avisó que no está dispuesta a asumir la pesada carga que deja a su sucesor.
«Dejo un país con pleno empleo, en crecimiento y sin desocupación» dijo la mandataria en la cara a un grupo de periodistas que esta vez, veda mediante, encontraron el pretexto ideal para mirar hacia el costado y no preguntarle siquiera si les estaba haciendo una broma.
La imagen de una mandataria autista y una prensa complaciente se volvió de pronto la del país que hoy podemos comenzar a dejar atrás. No pudo haber homenaje más sincero a esta jornada cívica que poner en pantalla la cruda realidad de una sociedad en la que su principal referente se hace asfaltar la cuadra y media que deberá transitar hasta el lugar de votación y un periodismo que no busca la verdad sino tan solo repetir lo que quieran decir los protagonistas sin siquiera exigir que no se los tome por idiotas.
¿Cambiará el país?…difícil.
Siempre es más fácil hacerse el tonto.