Antes de que explotara la cantidad de casos en Nueva York, el argentino Javier Rodríguez volvió a Estados Unidos después un viaje de trabajo en Malasia y decidió autoaislarse de su familia por precaución.
Su vida de inmigrante ya lleva varios años y como empleado de la empresa Microsoft tuvo la chance de cambiar de país varias veces. Vivió en España tres años y formó su familia en Dinamarca (donde vivió unos diez años), pero cuando surgió la oportunidad de mudarse a Nueva York fue como empezar de cero otra vez, aunque con más experiencia en este tipo de cambios. Era una buena chance laboral y la ciudad se presentaba atractiva para explorar.
Javier es marplatense y su esposa es coreana. Ella se crió en Dinamarca y vivió en Mallorca y Barcelona porque tenía parientes en España. Ambos saben lo que representa la influencia de distintas culturas en sus vidas. El matrimonio -ya con dos hijas- entendió que era una buena idea cambiar de aire desde un pequeño lugar cerca de Copenhague a la diversidad de todo lo que se puede encontrar en una ciudad como Nueva York.
En diálogo con la periodista Florencia Cordero en el programa Un Lugar en el Mundo de Radio Brisas, Javier Rodríguez pintó un panorama del impacto del coronavirus en la vida cotidiana de La Gran Manzana. «Es una postal que nunca nadie pudo imaginar. Mi trabajo está en Time Square, un punto neurálgico de la ciudad que ahora está vacío. Queda un poco de gente pero es una imagen completamente desconocida. Y así en cualquier lugar. Cuesta acostumbrarse. Ver estos lugares tan desolados causan mucha impresión», describió vía Skype.
Sus días en tiempos de pandemia son ahora bastante normales con las complicaciones lógicas del caso. En ese aspecto, contó: «Mi trabajo es flexible, lo puedo hacer desde donde sea, en una empresa que justamente busca que la gente pueda ser más productiva en casa que en la oficina. Tengo la tecnología a mano y la empresa ayuda a que no sea nada dificil. No tenemos casa con muchas habitaciones entonces hay que saber compartir los espacios».
Pero unos días antes de que estalle la situación en NY, Javier estaba volviendo del exterior y por decisión familiar optaron por improvisar un autoaislamiento como medida de precaución. «Justamente hace un mes llegué de un viaje de trabajo desde Malasia. En ese momento el gobierno no se tomaba las cosas demasiado en serio. Se decía que esto iba a pasar pronto. Pero cuando volví, mi mujer no me dejó entrar a casa y me fui a un hotel. Se empezó a ver que los casos en Nueva York subían de manera importante. Tuve que pasar dos semanas. Ahora hay una sensación de que las cosas empiezan a estar bajo control», narró desde su casa.
Por último, habló de cómo influye el coronavirus en el humor social y las expectativas de volver a pensar en retomar la vida normal: «El estado de ánimo de las personas varía de acuerdo a cada uno. Hay compañeros de trabajo que viven en la montaña y no sienten el distanciamiento social. Otra gente lo vive distinto porque tiene familiares cercanos en edad de riesgo. Un compañero mío de Seattle perdió a su mejor amigo que está en Chicago y tuvo que ver el funeral por Face Time. Nadie sabe cuándo y cómo va a volver la vida normal. Hablan de un período de 12 a 18 meses para encontrar una vacuna. Hoy nadie puede saber cómo va a ser el plan de reactivación. Recién están empezando a tener esa discusión».
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