Un Papa dolorido y esperanzado en un reportaje imperdible

El Papa ha concedido su primera entrevista extensa sobre la crisis mundial causada por la pandemia de coronavirus y en ella ha hablado con una dureza inusitada que sorprendió.

El Papa Francisco ha concedido su primera entrevista extensa sobre la crisis mundial causada por la pandemia de coronavirus al escritor y periodista británico Austen Ivereigh, autor de la biografía de referencia, «El Gran Reformador» , y del mejor libro sobre el pontificado, «Wounded Sepherd («Pastor herido». La entrevista, dirigida al mundo anglosajón, se publica hoy simultáneamente en «The Tablet» (Londres) y «Commonweal» (Nueva York).

Con respecto a cómo está viviendo la pandemia y encierro, tanto en la Casa Santa Marta como el Vaticano, el pontífice contó que «mantenemos las medidas establecidas por las autoridades sanitarias. Aquí en Casa Santa Marta se han hecho dos turnos de comida, que ayudan bastante a aliviar el impacto. Cada uno trabaja en su oficina o desde su habitación con medios digitales. Todo el mundo está trabajando; aquí no hay ociosos».

En su caso particular sostuvo que «rezo más, porque creo que debo hacerlo, y pienso en la gente. Es algo que me preocupa: la gente. Pensar en la gente a mí me saca del egoísmo. Por supuesto tengo mis egoísmos: el martes viene el confesor, o sea que ahí arreglo las otras cosas» afirmó sonriente para concluir que «estoy viviendo este momento con mucha incertidumbre. Es un momento de mucha inventiva, de creatividad».

Con respecto a las políticas tomadas por los diferentes momentos Francisco dijo que «algunos gobiernos han tomado medidas ejemplares con prioridades bien señaladas para defender a la población. Pero nos vamos dando cuenta de que todo nuestro pensamiento, nos guste o no nos guste, está estructurado en torno a la economía. En el mundo de las finanzas parece que es normal sacrificar. Una política de la cultura del descarte. Desde el principio al fin. Pienso, por ejemplo, en la selectividad prenatal. Hoy día es muy difícil encontrar personas con síndrome de Down por la calle. Cuando la tomografía los ve, los mandan al remitente. Una cultura de la eutanasia, legal o encubierta, en que al anciano se le dan las medicinas hasta un cierto punto».

Ya sin filtro el jefe de la Iglesia Católica denunció que «lo vemos en la selección de la gente según la posibilidad de producir, de ser útil: la cultura del descarte. Los sin techo siguen siendo sin techo. Salió una fotografía el otro día de Las Vegas donde eran puestos en cuarentena en una plaza de estacionamiento. Y los hoteles estaban vacíos. Pero un sin techo no puede ir a un hotel. Ahí se ve ya en funcionamiento la teoría del descarte».

Subiendo el tono de su crítica al sistema actual el Papa no dudó en señalar que «hoy aquí en Europa cuando se comienza a escuchar discursos populistas o decisiones políticas de ese tipo selectivo no es difícil recordar los discursos de Hitler de 1933, que eran más o menos lo mismo que los discursos de algún político europeo de hoy» y emparentando esta reflexión con la crisis sanitaria recordó que «este es un tiempo para recuperar memoria. No es la primera peste de la humanidad. Las otras pasaron a ser anécdotas. Debemos recuperar la memoria de las raíces, de la tradición, que es memoriosa«.

Refiriéndose a los pobres dijo que «es el momento de ver al pobre. Jesús nos dice que «a los pobres los tendréis siempre con vosotros». Y es verdad. Es una realidad, no podemos negarlo. Están ocultos, porque la pobreza es pudorosa. En Roma, en medio de esta cuarentena, un policía le dijo a un hombre: «No puede estar en la calle, tiene que ir a su casa». La respuesta fue: «No tengo casa. Yo vivo en la calle». Descubrir esa cantidad de gente que se margina… y cómo la pobreza es pudorosa, no la vemos. Están ahí, pasamos al lado pero no los vemos. Son parte del paisaje, son cosas».

«Pienso en los santos de la puerta de al lado en este momento difícil. ¡Son héroes! Médicos, religiosas, sacerdotes, operarios que cumplen con los deberes para que la sociedad funcione. ¡Cuántos médicos y enfermeros han muerto! ¡Cuántos sacerdotes, cuántas religiosas han muerto! Sirviendo» sostuvo recordando a quienes hoy se encuentran en la primera línea de pelea contra el virus. Pero se esparanzó recordando aquello que decía «no he visto nunca que Dios comience un milagro y no lo termine bien».

Como deseo final de la charla Francisco sostuvo que «lo que pido a la gente es que se hagan cargo de los ancianos y los jóvenes. Que se hagan cargo de la historia y de los despojados. Y me viene a la mente otro verso de Virgilio cuando Eneas, derrotado en Troya, había perdido todo, y le quedaban dos caminos. O quedarse allí a llorar y terminar su vida, o aquello que tenía en el corazón de ir más adelante, subir al monte para salir de la guerra. Es un verso precioso: «Cedí a la resistencia, y cargando a mi papá a la espalda, subí al monte». Eso es lo que tenemos que hacer hoy en día: tomar las raíces de nuestras tradiciones y subir al monte» finalizó.