Una serie de movimientos de última hora, tanto en la policía como en el municipio, ponen en evidencia que todos sintieron que la mano de la justicia podía alcanzarlos. ¿Corrupción o distracción?
“Mi hermano estaba asustado sabía que lo iban a matar porque el tema era por la droga a lo que le dije que no se preocupe porque si la droga la bajaron porque la encontraron los dueños no van a hacer nada. Yo conozco a esa gente porque los atiendo dado que soy abogado de gente que vende droga y defiendo en los juzgados de Mar del Plata” . Esto decía Cristian Prada, abogado del fuero marplatense y defensor de Juan Pablo Offidani , uno de los matadores de Lucía Pérez la menor de 16 años salvajemente torturada, violada y obligada a consumir drogas en una vivienda de Playa Serena, al declarar en el juicio por la muerte de su hermano Claudio, narcotraficante, en un supuesto ajuste de cuentas.
Quien así hablaba ocupaba el cargo de Director General a cargo del programa “Control y Supervisión de los Servicios de Seguridad Privada”, en la Secretaría de Seguridad y Justicia municipal.
Es decir que tenía acceso, por ejemplo, a las cámaras de seguridad que eventualmente pueden poner en evidencia el accionar de los imputados no tan solo el día del crimen sino en múltiples casos de venta de drogas a menores en los que ahora se sabe que están involucrados.
Anoche en el comunicado de prensa dado por la Dirección de Prensa para anunciar la visita privada (a la que insólitamente la privada del Arroyo calificó como «íntima» en una gaffe que daría para el humor si no se tratase de un tema tan delicado) agregaba textualmente que «por decisión del Intendente les comunicó la desvinculación de Cristian Pradas de la función pública al momento que tomó conocimiento de la asistencia a uno de los imputados». Claro que ni una palabra se dijo acerca de porqué se le dio una responsabilidad de control tan delicada a quien se autodenominaba como defensor de narcos y tenía el control sobre las cámaras de seguridad que, entre otros lugares, controlaban lugares en los que los detenidos por el asesinato de Lucía vendían drogas.
Algo muy parecido a poner al zorro a cuidar el gallinero…
Pero no fue la única desafectación que hubo. Un policía de apellido De Caboteau fue sacado de la comisaría de Playa Serena y hacia él se dirigirán ahora los dedos acusadores por su relación con quienes manejaban en la zona los negocios turbios. Durante 48 hs estuvo en todos los medios nacionales acusado de prestar su arma a delincuentes que la utilizaban para robar, para lo que se utilizaron grabaciones editadas desde la misma Policía y se inventó un delito con destino a sobreseimiento en no demasiado tiempo.
Se lo pretende como un «capomafia» cuando no tiene ni peso ni rango para armar semejante operación. En realidad se le endilgó una operación inexistente para distraer y «sacarlo» del verdadero papel que jugaba en este drama: era el nexo con El Brasilero y quien se encargaba de manejar para sus jefes el negocio de venta de drogas organizado desde el lugar.
Y al mismo tiempo estalló un escándalo con personal policial que «fue encontrado en situaciones comprometedoras en zonas rojas de la ciudad». Otra operación de encubrimiento: uno de los imputados manejaba con personal de Playa Serena y con la organización desde ese lugar una operación de robos a domicilios en la zona de La Perla que ahora quedará tapada por la profusión de imágenes que como involuntaria cómplice «compró» la prensa. El «socio» en la actividad sigue en la fuerza y esta misma noche sigue patrullando las calles sin que el círculo se cierre sobre él…o el «cuadrado».
En resúmen: el abogado defensor de narcos se evaporó, el nexo con el capanga de la droga en Playa Serena se fue a su casa y el organizador de una banda diriguida desde esa comisaría está siendo investigado por un delito inexistente del que seguramente saldrá también sobreseído.
Bingo, pleno…escalera real.
Todo esto mañana será historia, Lucía verá como además de su lacerado cuerpo la sociedad entierra su recuerdo y su pasión y todo volverá a su cauce normal: policía y política como custodios permanentes de la destrucción de la sociedad marplatense.
Que, como siempre, seguirá mirando para el costado...hasta la próxima muerte.