Tiene 99 años, fue perseguida por los nazis y asesora a Wall Street. Irene Bergman todavía opera desde su departamento de Manhattan. La historia de una mujer que quería ser banquera.
Próxima a cumplir 100 años, Irene Bergman tiene algunos consejos para disfrutar de una larga carrera en Wall Street: “No cometer ninguna estupidez”. Sí, con 99 años de vida -de los cuales muchos fueron entre acciones en suba y baja de Wall Street-, Bergman todavía opera en Nueva York y brinda los consejos que debería seguir quien quisiera triunfar en la selva financiera. “Tener en cuenta las rentas sobre la inversión”, aconsejó, tranquila, la asesora financiera de Stralem en una entrevista a la agencia Bloomberg, en su departamento de Nueva York desde donde, rodeada de cuadros de maestros holandeses, llama por teléfono a sus clientes.
Si bien muchos inversores se obsesionan actualmente con las ganancias rápidas, es mejor esperar como mínimo tres años, o mejor aún, muchos más, antes de evaluar las tenencias. “Pero no hay que tener miedo de rever las propias tesis”, dijo. Si una investigación a fondo favorece un cambio de cartera, es necesario tener valor y realizar los cambios. “Cuanto más tiempo se lleva en el negocio, más pesimista se vuelve uno“, dijo Bergman con su voz suave, señalando que actualmente piensa que las acciones están demasiado caras. No obstante, “puedo volverme alcista ya que viendo una acción, puedo imaginar dónde estaba hace 40 años”. Por ser una de las profesionales más viejas en actividad en un sector manejado por hombres con la mitad de su edad, Bergman ofrece una perspectiva infrecuente. Recuerda las pequeñas firmas privadas fundadas por los judíos alemanes del siglo XIX que posteriormente definieron a Wall Street hasta que su modelo de asociación dio paso a las cotizaciones en bolsa, y el honor sucumbió a una presión cada vez más feroz por ganar. “La forma de hacer negocios cambió”, aseguró y agregó: “Es mucho más competitiva, con muchos más puñales escondidos”.
Vodka, whisky.
Los invitados al departamento de Bergman en el centro de Manhattan, donde vive desde hace más de 60 años, pueden optar por vodka o whisky sentados en muebles fabricados en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. Los sillones franceses Luis XV están prohibidos. Cuatro asistentes personales atienden sus necesidades las 24 horas del día, y recurre a sus colegas en Stralem, con sede en Nueva York, incluido el presidente Hirschel Abelson, cuando necesita investigación sobre determinados títulos y valores. Nunca se casó y no tiene hijos pero tiene una perra Maltesa llamada Fanny.
Su carrera fue la casi realización de un sueño que tuvo siendo adolescente. En un texto de esa época, escribió que quería seguir a su padre, banquero privado, en la Bolsa de Berlín. Él hacía que ese mundo pareciera muy “vivo“, dijo. Sería la primera mujer en alcanzar ese puesto. Esas aspiraciones se vieron frustradas cuando los nazis expulsaron a su familia judía de Alemania y luego de Holanda. Se radicaron en los Estados Unidos. En 1942, Bergman comenzó a trabajar como secretaria en un banco. Quince años más tarde, se incorporó a Hallgarten, miembro de la bolsa de Nueva York. “Las mujeres no eran muy populares en Wall Street”, recordó. Entró en Loeb Rhoades y en 1973, Stralem, donde finalmente sintió que pertenecía. “Fue el primer lugar donde me trataron como una igual”. Stralem tiene a su cargo activos por casi US$ 2000 millones y maneja una estrategia centrada en identificar acciones “de primera” y “baratas”. Administra dinero para entidades y cuentas individuales, de las cuales 11 son de Bergman. Ella integra el comité de inversiones.