El Centro Cultural Néstor Kirchner -hasta que a alguien quiera homenajear a otro- es una obra fundamental de la cultura nacional. Hubiese merecido un marco menos mezquino.
La cultura argentina tiene una nueva casa…y vaya que casa. Por la calidad arquitectónica del edificio, por su ubicación y por la grandeza del proyecto, la histórica sede del Correo Central es el ámbito ideal par un emprendimiento de esta naturaleza y seguramente muchas generaciones de argentinos se solazarán recorriendo sus instalaciones y asistiendo a sus propuestas.
La inauguración se realizó en el marco de varios actos por la Semana de Mayo, el centro cultural más imponente -y costoso- de América latina, comparable con los más reconocidos del mundo.
Sin embargo, el presupuesto original casi se triplicó en seis años: pasó de $926 a 2469 millones, y que justificó el Ministerio de Planificación Federal en «actualizaciones y aspectos vinculados con infraestructura, equipamiento y operación preventiva, correctiva y permanente».
Pero estamos en la Argentina y debemos saber que cualquier obra pública se convierte en una visa de latrocinio para quien la encara. Además, los duendes de la cultura ingresarán al lugar por estas horas; hasta el momento reinaba el fantasma de De Vido. Nada que agregar.
Lamentablemente Cristina lo inauguró con uno de esos actos partidarios en los que demuestra que su convicción pasa por un insólito criterio de propiedad privada sobre las cosas de todos los argentinso.
«Con Néstor lo pensamos», «Yo decidí qué…», «Ese lugar lo proyecté yo…», «Nosotros le legamos al país…» y cosas por el estilo, fueron las afirmaciones que jalonaron un acto muy lejano a una actividad de estado y con demasiadas connotaciones de donación personal de la Presidente a la posteridad…que se hizo con plata de todos los argentinos.
Una verdadera pena; la ocasión hubiese ameritado que estuviesen presentes los representantes de todas las expresiones políticas y que las palabras de la mandataria estuviesen rodeadas de la prudencia y la seriedad que son demandables a su investidura.
Pero Cristina es Cristina, y es muy difícil quitarle de la cabeza que este territorio llamado Argentina ni le pertenece ni está alambrado para ella.