UNA PRUEBA DE MADUREZ

Los días que nos separan del ballotage serán de una intensidad inusitada. La decisión de un gobierno en retirada de minar la campaña de mentiras supone una prueba de la madurez popular.

Todo será sucio de aquí al final. El gobierno sabe que pierde -la gente ya parece haber decidido hasta el punto de dar por finalizada la discusión- y la cercanía del abismo hace que quienes se han beneficiado del poder durante más de una década intenten por los medios más abyectos continuar con sus privilegios.

Tanta ha sido la soberbia del oficialismo que, convencidos como estaban que esta elección sería «un trámite», como llegó a definirla Aníbal Fernández, recién ahora toman nota de la poca preparación que tiene para volver al llano. Y esa carencia se mide en angustias arrasadoras y trituradoras de papel recalentadas.

Pero cuando se está ante gente sin límites –¿qué otra cosa puede decirse de un grupo de personas que son capaces de mentir índices, obras, cotizaciones y hasta la historia?– nunca se puede correr el riesgo de la desatención. El tenor de las mentiras del gobierno sobre el candidato opositor y el uso indiscriminado de todos los medios oficiales al servicio de la campaña sucia, deberían ser suficientes para que nos demos cuenta de que está dispuesto a todo y no nos permitiésemos un instante de distracción.

Y pese a que la primer reacción de la sociedad ante las falsas denuncias contra Macri fue la mejor posible -el humor- no estará mal prestar atención a una escalada que seguramente irá en aumento.

En ese sentido y sin duda alguna, lo que viene es una prueba de madurez de los argentinos para lograr que, al menos esta vez, no se imponga el relato sobre la realidad.

Una realidad que nos dice a gritos que ha llegado el tiempo de cambiar. Escuchemosla…