(Escribe Adrián Freijo) – Llegó dispuesta a mostrar poder y puso en evidencia su debilidad. Ni el acto que soñó, ni la convocatoria que pretendió ni la unidad que necesitaba. Fiasco.
En su encierro sureño Cristina fue planeando uno a uno los pasos de su retorno. Convertiría el escarnio de concurrir a rendir cuentas en tribunales en un relanzamiento que la devolvería al centro de la escena política.
Antes que ella desembarcaron sus «armadores», encabezados por su hijo Máximo y corporizados en La Cámpora, ya convertida en su propia guardia personal, que recorrieron el espinel peronista ordenando una movilización masiva a las puertas de Comodoro Py.
«Van a ir 100.000» decían los más entusiastas; «no bajamos de 50.000» pretendían los moderados; «se movilizarán 300.000» bramaban los delirantes. Pero nadie dudaba de estar en las puertas de un nuevo 17 de octubre en el que «La Jefa» sería arrastrada por su pueblo en el retorno al poder.
Nada de eso ocurrió; no más de 15.000 personas se hicieron presentes en la puerta de los tribunales y la primer defección quedó a la vista: los intendentes, viejos aliados en tiempos de necesidades y obras, ahora miraban distraídamente para el costado y a lo sumo mandaron algunos micros semi vacíos para cumplir formalmente con ella.
Insistente Cristina intentó con maratónicas reuniones que los bloques parlamentarios se mantuviesen unidos «a su pedido». Primero fue el bloque de diputados en la provincia y a las pocas horas en la nación. Todo voló por los aires y los que hasta ayer mantenían alguna prudencia pudieron, por fin, hacer el deseado rancho aparte. La ex presidente se lleva como souvenir al sur la implosión de su fuerza parlamentaria y una creciente debilidad para imponer alguna cosa. Tanto que ya muchos sostienen que «si contamos los porotos Macri no la necesita ni para negociar».
Y horas antes de volver a sus bucólicas reflexiones santacruceñas, intentó un golpe de efecto a partir del único lugar en el que mantiene mayoría y quórum propio: el Senado.
Los 42 representantes del FPV fueron convocados para escuchar a la ex presidente o, al menos, sacarse con ella una foto que fuese un claro mensaje al gobierno. Fueron la mitad…
Y la foto terminó siendo un mensaje para ella misma. Que se había movido como un elefante en un bazar aunque con sus bailes balconeros se sintiese como una mega estrella de rock.
Una gira que marca para ella un nuevo escenario y la necesidad de repensar la estrategia. Aún declinante Cristina tiene peso político suficiente como para que su opinión mantenga algún interés en ser escuchada. Pero ya no es «La Jefa» ni mucho menos alguien capaz de hacer que el peronismo baile en torno a sus caprichos.
Y de esto han tomado nota en el gobierno, en su partido…y en la justicia.
Y esto último es lo que seguramente más la preocupa.