Por Adrián Freijo – Por 129 votos a 125 la Cámara de Diputados aprobó hoy la media sanción a la ley de despenalización del aborto y ahora será el Senado quien definirá la cuestión. Lecciones.
Fue un debate largo, pero no tedioso. Una jornada parlamentaria histórica con tonos que soñamos habituales en el recinto principal de la democracia. Y fue otro ejemplo más de esa sociedad partida al medio que hemos descubierto los argentinos y a la que bautizamos con el nombre de «grieta».
Tal vez la necesidad de convivir partidos al medio sea un objetivo aún mayor que cualquier contenido de ley que se discuta, aunque en este caso el tema de fondo sea nada menos que la vida. Y seguramente esa hondura estuvo presente al momento de resolver todos, sin acuerdo previo, que la jornada no daba para chicanas, insultos y discursos doblemente intencionados.
Y porque la vida sigue siendo aquello que más nos apasiona y valoramos, las exposiciones fueron tan sustanciosas como reflexivas. Las de quienes siguen pensando que el aborto es un crimen -sostenidos en cuestiones de fe, de respeto a lo que afirma la Constitución Nacional o de válidas concepciones personales- y las de aquellos que pedían el cambio de una ley que tiene un siglo de antigüedad y a la que consideran restrictiva del derecho personalísimo de una persona a decidir sobre su propio cuerpo y que no creen en la existencia de la vida humana desde el mismo momento de su gestación.
Por eso es muy difícil que el ambiente de respeto que sobrevoló el recinto vuelva a verse cuando las cuestiones tratadas se ubiquen un escalón por debajo de la vida misma. Y eso no debe asustarnos; por el contrario, celebremos que nuestros legisladores tienen en conjunto un techo de unidad que se encuentra al menos en ese valor supremo. Lo que no es poco…
¿Ganadores?, ¿perdedores?...nada de eso. Las cuestiones que movilizan el pensamiento de cada uno en el tema suponen convicciones íntimas, seguramente difíciles de modificar pero que el debate ha demostrado pueden ser sometidas a la propia controversia de introspección.
¿O alguien puede negar que las muertes por aborto clandestino son un crimen que puede ser resuelto con la participación de la salud pública oficial?, ¿o qué esa misma clandestinidad supone un millonario negocio del que salen gananciosos tanto los médicos de establecimientos legales que aceptan la práctica ilegal como las curanderas y «parteras» de la marginalidad más oprobiosa?.
Queda seguramente por resolver, ya ahora en la conciencia de cada uno, la delicada teoría de «las dos vidas». Y seguramente en esta cuestión radica y radicará la frontera que seguirá dividiendo a los argentinos.
Lo cierto que el camino hacia un cambio de status legal sobre el aborto ha dado su primer paso y ahora deberá convertirse en ley, o no, en la Cámara Alta.
Pase lo que pase, solo el tiempo y las estadísticas demostrarán si estamos frente a una cuestión de equidad legal y salud pública o, como hasta hoy se pensaba, en una de principios de base de la sociedad.