(Redacción) – Carlos Arroyo anunció hoy que la gobernadora le enviará un «coordinador» para ayudarlo en el gobierno local. Fin para una experiencia que deja un rastro con huella de fracaso.
El Intendente Carlos Fernando Arroyo confirmó que otro de los temas tratados con la Gobernadora María Eugenia Vidal, fue la presencia de un coordinador de Cambiemos en Mar del Plata. “Le dije que sí. Esta es una administración de puertas abiertas. Vamos a tener el gusto de contar con ayuda y apoyo. Ellos tienen mucha experiencia y mucha técnica. Esto es un asesoramiento, una ayuda, que es lo que se me está ofreciendo. Yo formo parte de Cambiemos, respondo fielmente a la Gobernadora y al Presidente. Somos el mismo gobierno”.
De esta forma edulcorada el jefe comunal buscó ocultar lo que ya es un secreto a voces en el municipio: harta de los escándalos, las desprolijidades y las marchas y contramarchas la gobernadora dispuso lo más parecido a una intervención que acepte la Constitución provincial.
Nada queda del plan secreto, nada del gabinete de lujo, nada de los viejos sueños de gloria. Cuatro meses de fracasos, de renuncias, y de denuncias acerca de campañas y persecuciones mediáticas. Hoy Carlos Arroyo tiene que aceptar, como nunca antes ocurriese con un intendente en la ciudad, que no le es posible gobernar, que no tiene equipo ni ideas y que desde la administración central le han dicho basta a semejante cúmulo de disparates.
Saltan por estas horas nuevos escándalos que lo alejan de lo que seguramente ha sido su principal capital público: la honestidad. No porque en alguna cuestión poco clara se encuentre siquiera rozado, sino porque se conocen pequeños negociados y grandes malas intenciones de hombre que supieron ganarse bajo su ingenua ala y hacerse de un poder que solo la intervención de la justicia pudo frenar.
Tras los escándalos acaecidos con motivo de la asunción de la nueva Secretaria, comenzó a emerger la punta de un iceberg que pone en evidencia un entramado de corrupción que tuvo como eje licitaciones y concesiones entregadas a «amigos del poder» cuyos nombres se entrecruzan en un minué de ladronzuelos que bailan al son del super funcionario que «viajó a La Plata a interiorizarse de una causa en la que es citado».
Las próximas semanas amenazan con ser escandalosas en materia de estas cuestiones, que salieron a la luz en primer lugar por la actuación de un juez platense y ahora por un cambio de nombres en un área comunal que siempre parece fuera del fragor de la política.
Nombres que se repiten, agencias de publicidad que aparecen por todos lados, «coincidencias» entre favores de campaña y beneficios recibidos desde el poder, jugosos cachets recibidos por «buenos amigos» a cambio de prestaciones tan genéricas como difusas y líneas comunes de acción que remiten a alguna excepción en trámite y hasta el viejo y recordado escándalo del complejo Sobremonte, crecieron a metros del despacho principal de la comuna sin que el intendente siquiera sospechaba lo que se hacía en su nombre.
Todo esto llegó a oídos de la gobernadora y también del presidente. Primero consultaron, después advirtieron y ahora actuaron.
Navegando un tsunami político que él mismo supo generar, Carlos Arroyo podrá dibujar a su antojo la realidad pero nunca ocultarla: le han quitado el manejo -si es que así puede definirse lo hecho hasta ahora- y deberá ahora responder a un comisario político que tratará de resolver semejante descontrol.
Tal vez con su llegada arriben los fondos hasta ahora retaceados y ello permita calmar las aguas de una política lugareña que comenzaba a desquiciarse.
Y entonces Arroyo pueda serenarse, mirar por la ventana de su despacho y soñar con aquella ciudad bucólica y finisecular a la que tenía como único objetivo; y el plan secreto lo implementará otro.
O no…pero ¿que importa?, si para eso es secreto.