Tras la postergación de dos ediciones por la crisis sanitaria, los preparativos para la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires generan «expectativas» por el regreso a cierta «normalidad».
A casi un mes de su regreso presencial tras la postergación de dos ediciones por la crisis sanitaria, los preparativos para la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, prevista para el 28 de abril, generan en las editoriales «expectativas» por el regreso a cierta «normalidad» para la rutina anual de la industria, la oportunidad de amplificar el alcance a más lectores y lectoras, y el reencuentro con un evento cultural que en esta esta edición tendrá una nómina reducida de invitados internacionales y potenciará a sus catálogos locales y regionales.
En estos días, la 46º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires está ajustando sus toques finales de cara a la presentación de sus novedades bajo la flamante gestión de Ezequiel Martínez. Por ahora se sabe que el discurso inaugural está a cargo de Guillermo Saccomanno, La Habana es la Ciudad Invitada de Honor y las entradas oscilan entre los 300 y 450 pesos con beneficios para distintas poblaciones y cheques para usar en librerías.
Expectativas, ganas, entusiasmo, ansiedad, son las palabras con la que editores describen la llegada de la Feria después de dos años de suspensión. Esa energía arrolladora también va de la mano de «incertidumbre» por la gran inversión económica que significa para los stands y por la imprevisibilidad que instaló la pandemia como conducta condicionante. Pese a eso, el sistema de espacios y editoriales que tradicionalmente da vida a la feria sigue presente en su diversidad, desde el conglomerado Planeta que tiene a los autores más vendidos y promete una experiencia 360° hasta los stands colectivos que nuclean a sellos independientes y les permite a estas editoriales potenciarse y hacer frente los costos.
«Esperamos muy contentos y expectantes la feria por varios motivos -dice a Télam Carlos Díaz, director de Siglo XXI-. En primer lugar, representa una vuelta a cierta normalidad porque para las editoriales argentinas es una rutina anual insoslayable: todos vamos, todos nos preparamos con muchísima anticipación, hacemos grandes apuestas. El hecho de no haber tenido durante dos años nos desestabilizó mucho. Estamos muy contentos y todo indica que irá bien, viendo un poco lo que pasó con la Feria de Editores o con otras ferias que se hicieron en el país, o inclusive la Feria de Guadalajara del año pasado en México, que fueron un éxito».
Mientras sortea las dificultades del acceso al papel para imprimir las novedades -una problemática que afecta al sector-, Judith Wilhem, directora de Calibroscopio Ediciones, coincide en que «después de dos años de ausencia, hay una gran expectativa», aunque al mismo tiempo ese optimismo no está disociado de inquietudes: «Por un lado, mucha gente está esperando ansiosamente el regreso de la feria, pero por otro lado nos hemos desacostumbrado un poco a eventos de esta envergadura y estamos un poco desconcertados, pero, definitivamente, con muchas ganas de reencontrarnos cara a cara con nuestros lectores».
Muchos coinciden en que la Feria tiene un potencial de vidriera más que de ganancia, es apuesta y encuentro, como dice Díaz: «Representa casi un mes de facturación, así que la pérdida en este sentido es grande pero no hacemos semejante movida por el negocio sino que es una actividad más vinculada con lo profesional. Entonces ahí nos encontramos con bibliotecarios, lectores y lectoras, clientes tanto de la Argentina y del exterior».
Ese encuentro, en palabras de Santiago Satz, gerente de prensa y comunicación de Planeta, es «irreemplazable» y por eso la suspensión de la feria fue «un golpe directo a un evento súper instalado» ubicado entre los «más importantes del mundo». Por lo cual las expectativas «son las mejores pero pasaron dos años sin Feria y una pandemia que nos obligó a reinventarnos para no perder ese contacto con los lectores. Ojalá salga de la mejor manera ya que el trabajo y la inversión para realizar la feria es mucha».
La otra gran editorial que junto a Planeta lidera los rankings de los más vendidos es Penguin Random House y también tendrá un espacio central en el predio de Palermo. Como explica su directora de Marketing y Comunicación, Valeria Fernández Naya, desde el año 2020 que no participan de un encuentro presencial, todo fue virtual. «Esperamos con mucha alegría y entusiasmo la nueva feria donde lectores, escritores y libros disfrutan de esta gran fiesta cultural».
Expandida en unos 45 mil metros cuadrados, dividida en pabellones, la industria editorial se da cita durante tres semanas y muestra lo más jugoso de su producción: sellos grandes, medianos, pequeños, autogestionados, librerías, distribuidoras del país y del exterior, así como también países, provincias y espacios institucionales que ponen en diálogo sus geografías y escrituras. A esos stands que los sellos alquilan para participar y que nutren de un volumen extraordinario la oferta de libros, la Fundación El Libro incorpora espacios propios y «zonas» para cruzar los libros con distintos campos: infancias, futuro, tecnologías.
Y aunque la faceta de visitas internacionales este año será reducida por las dificultades de previsión que supone cerrar agendas -o porque muchos autores no retomaron sus asistencias a encuentros masivos-, se espera la llegada de Mario Vargas Llosa, Javier Cercas, John Katzenbach, Paulina Flores o el joven rumano Miguel Gane, poeta que se dio a conocer a través de Tik Tok; mientras que de la delegación local los nombres más convocantes son Florencia Bonelli, Claudia Piñeiro, Paulina Cocina, Gabriel Rolón, Eduardo Sacheri, Camila Sosa Villada, Diego Golombek, Luis Pescetti, Jorge Fernández Díaz, Liniers o Facundo Arana.
En los stands de librerías, países y distribuidoras se podrán encontrar varios sellos, pero también en los stands colectivos, esa modalidad que instalaron sellos medianos y pequeños para asegurar su participación en el evento. Por ejemplo, desde hace ocho años funciona Los siete logos que comparten Adriana Hidalgo, Beatriz Viterbo, Caja Negra, Criatura, Katz, Eterna Cadencia y Mardulce; también está La Sensación entre Blatt y Ríos, Mansalva y Caballo Negro; el stand que reúne a Godot, Gourmet, Entropía, La Parte Maldita, Leteo; el espacio «Todo libro es político» con Milena Caserola, Heck, Tinta Limón y otras editoriales, o el stand que hilvana los catálogos de Limonero con Iamiqué y los españoles Kalandraka, Algar y Fulgencio Pimentel. «Ir a la feria en conjunto nos potencia», asegura Tamara Grosso, responsable de prensa de Eterna Cadencia.
Aunque estas editoriales suelen tener espacios de encuentro y venta alternativos que duran menos días, la participación en la Feria del Libro tiene una proyección que no le dan otros canales. «Tiene un perfil muy diferente -explica Enrique Bellande, a cargo de la distribuidora Blatt y Ríos que este año participa por primera vez de la feria-: dura casi un mes y se junta gente de orígenes muy diversos, niños, estudiantes, jubilados, multitudes y eso creemos que es atractivo. No hay un equivalente a la Feria».
Esa transversalidad la vuelve un hito cultural, que se traduce en la posibilidad de establecer vínculos de negocios con personas desconocidas o con las que se trabaja virtualmente; en algunos casos también representa un mayor volumen de ventas pero más significativa es la visibilidad que le aporta lo monumental. Dice Maximiliano Papandrea, editor de Sigilo: «La masividad es quizás el rasgo más notorio de la feria, y el hecho de que se acerque gente no solo de Buenos Aires sino de todos los puntos del país y también de otros países. Para nosotros, masividad es sinónimo de algo tan simple como importante: una gran oportunidad de que nos conozca gente que aún no nos conoce».