¿Y SI LOS MISERABLES SON OTROS?

Dialogando con un empresario local, de esos que dan trabajo, invierten y aportan al desarrollo económico del país, nos hablaba de su enojo por lo que cree una mirada equivocada del presidente.

«En la Argentina seguimos equivocando el diagnóstico y el responsable» nos decía. «Tratar de miserables a los empresarios -aunque una minoría poderosa pueda merecer esa calificación- es desconocer a miles de pequeños y medianos industriales, comerciantes y profesionales que invierten, arriesgan y dan trabajo sin ninguna ayuda del estado, que desde hace mucho tiempo se ha convertido en un socio mayoritario en las buenas y un enemigo en las malas».

El hombre siguió diciendo que «el problema no es Paolo Rocca que aplico el único convenio colectivo de trabajo que contempla la libreta de trabajo. El problema debería ser de los que le regalaron SOMISA«…

«El problema son los bancos extranjeros que, amparados por la nefasta ley de entidades financieras de la dictadura aún inexplicablemente vigente ,se la siguen llevando toda»…

«El problema son las multinacionales que por una perversa ley de Cavallo siguen llevando a Suiza sus ganancias mientras nos dejan sin trabajo a los argentinos»…

«El problema es Joseph Lewis al que cada vez que prendo la luz de mi casa le financio la compra de Lago Escondido»…

«El problema es el Paraná infectado de barcos con bandera de los paraísos fiscales»…

«El problema es que mientras nos morimos los argentinos desocupados,  Cargill se sigue llevando la soja a granel y sin valor agregado alguno»…

«El problema es que sigue vigente el tratado de la Hidrovía firmado por Carlos Ménem y por el que el país pierde miles de millones de dólares y una importante cuota de soberanía»…

«El problema es la Maersk que mientras los argentinos nos quedamos en casa siguen cobrando los fletes y el alquiler de los contenedores a su gusto»…

«Él problemas son los puertos entregados a Montevideo sin justificación ni beneficio alguno para la Argentina»…

«Podría seguir enumerando» me dijo, «pero no hace falta…el presidente debería reconocer que a lo mejor los miserables son otros» concluyó.

Lo dejamos en sus cavilaciones…su enojo y la fuerza de sus argumentos convertían en una tarea imposible cualquier intento de hacer que cambiase de parecer. Y era difícil rebatir cualquiera de sus argumentos.

Al alejarnos nos preguntábamos que ocurrirá si un día todos estos empresarios -los que trabajan en serio y no especulan- se cansan de ser siempre los destinatarios de los abusos del poder y resuelven bajar las persianas y alejarse de este país inviable.

¿Concluiremos que realmente eran miserables, para así tener ese culpable y ese pretexto que han enmarcado el fracaso argentino?.

Seguramente…