Por Adrián Freijo – Lejos quedaron los días de duro enfrentamiento entre el peronismo y la Iglesia. Pese a la cuestión del aborto Francisco convirtió en unidad básica la Basílica de San Pedro.
La cordialidad del encuentro entre el Papa Francisco y el presidente argentino Alberto Fernández -tan sobreactuada como la frialdad del pontífice en su cita con Mauricio Macri– supuso el punto más alto del mensaje peronista que baja del Vaticano desde la llegada de Jorge Bergoglio al trono de San Pedro.
Y no se trata de minimizar su figura o tironearla para un lado o para el otro. Es el propio Francisco quien se encarga de demostrar su simpatía partidaria, su alineamiento con el proyecto peronista-kirchnerista y su inquina por lo que represente cualquier expresión no popular de la vida política nacional. En este aspecto su corazón, su mente y su vida se mantienen anclados en Buenos Aires.
Una misa «in memoriam» de Juan Domingo Perón abrió la jornada. Celebrada por el obispo Marcelo Sánchez Sorondo quien en 1972 oficiara para el propio líder justicialista a horas de su retorno a la Argentina. El prelado es hijo del dirigente nacionalista Marcelo Sánchez Sorondo quien encabezó en aquellas elecciones de 1973, en contra de la voluntad de Perón, la candidatura a senador por la Capital Federal cayendo estrepitosamente derrotado -en el contexto de un triunfo arrollador del Frejuli- por el entonces joven Fernando de la Rúa.
Tras la ceremonia litúrgica vino el encuentro con el jefe de la Iglesia Católica, que no ahorró gestos de cordialidad para con Fernández, a punto tal de soslayar en la charla la delicada cuestión del aborto que quedó limitada a una pregunta «al pasar» planteada por el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Parolin, tal cual comentó el Presidente al terminar el encuentro.
Le costará mucho al pontífice convencer ahora a los fieles argentinos acerca de la importancia que dice dar a la cuestión: ¿lo es tanto cuando prefiere hacerse el distraído teniendo ante sí a quien anunció que enviará prontamente al Congreso la ley de interrupción del embarazo?. Pareciera que la diplomacia y la alineación partidaria son para Francisco más importantes que la defensa de la vida desde la concepción. Algo para lo que tanto Perón como Eva tuvieron tajantes definiciones al sostener, en el Segundo Plan Quinquenal, que el aborto «tiene una sola palabra para definirlo: asesinato»(sic).
Pero…¿que importa a Alberto o a Francisco lo que Perón o Eva pudiesen pensar cuando lo urgente es rescatar al kirchnerismo de sus problemas judiciales? , ¿o alguien puede creer que es azar que hoy la designada embajadora en el Vaticano, María Fernanda Silva, considerara presos políticos a Milagro Sala y Luis D’Elía sosteniendo que “pagan con prisión su lealtad y su color de piel”?. En un mundo de poder en el que las casualidades no existen, estas declaraciones solo pueden ser tomadas como tal por un tonto o un malintencionado.
Pero lo que supera todo lo esperado es la afirmación presidencial en el sentido acerca de que “lo vi preocupado por el pueblo argentino y por la deuda. El Papa va a hacer lo que pueda para ayudarnos«. Una afirmación temeraria y políticamente incorrecta: la figura de Francisco tiene hoy un alto rechazo en los centros del poder económico mundial y muy especialmente por parte del mandatario norteamericano Donald Trump y eso hace seguro que cualquier injerencia o gestión de su parte obraría negativamente sobre los acreedores -que lo acusan de pretender la socialización de la economía- y el poder político fundamental para destrabar las duras negociaciones.
Tal vez en su entusiasmo Alberto no midió lo inconveniente de su anuncio que por lo demás fue desmentido por los voceros vaticanos. «Hablaron de la situación social del país y, en la enumeración de temas que la complican, se citó a la deuda como uno de ellos. En momento alguno Su Santidad comprometió una gestión o algo que se le parezca» afirmaron desde la oficina del Secretario de Estado Mons. Parolín.
Una jornada a pedir de los protagonistas y el retorno de un viejo apotegma que hasta el líder fundador quiso dar por superado pero que Alberto Fernández y Jorge Bergoglio vuelven a poner en el centro de la escena: para un peronista no hay nada mejor que otro peronista.
Amén…