El juez Ercolini impuso secreto de sumario en la causa que investiga la muerte del ex fiscal. La indagatoria de Lagomarsino es la antesala de medidas que impactarán en la opinión pública.
A horas de indagar a Diego Lagomarsino, que para el fiscal es presunto partícipe primario de la muerte de Nisman, el magistrado dispuso el secreto de sumario en la causa. En cercanías de su despacho se comenta que en las próximas horas habrá revelaciones y citaciones que impactarán en la opinión pública y que se mueven en el sentido de probar la hipótesis de que la muerte de Nisman fue planificada y ordenada desde lo más alto del poder político argentino.
Lagomarsino, aislado y según se sabe quebrado anímicamente, jugó en la conjura un papel fundamental: entregar bajo un pretexto que nunca fue aceptado por el juez y que ahora habría caído en el terreno de la descalificación, el arma con el que pocas horas después sería asesinado el fiscal de la causa AMIA.
Pero en el tramo final de la investigación -que puso bajo sospecha a la propia custodia que según cree el fiscal liberó la zona para el ingreso de los asesinos- se supone que la participación del experto en informática se habría extendido en suministrar a la víctima la droga que lo dejó en estado de indefensión ante sus matadores.
La otra cuestión sobre la que se trabaja está vinculada a la posibilidad de que Lagomarsino haya permanecido en el departamento el tiempo necesario para trabajar sobre la computadora de Nisman, borrar datos profundos e inclusive, se sospecha ahora, cambiar el disco rígido por otro que tuviese solo una versión parcial de lo que contenía el original.
Es cierto que todas estas hipótesis fueron analizadas en algún momento de la investigación, pero la medida de secreto impuesta ahora estaría basada en dos aspectos que impactarán sobre la causa y sobre la opinión pública: una negociación en ciernes con Diego Lagomarsino, quien estaría dispuesto a aportar al esclarecimiento a cambio de un mejoramiento en su complicado presente judicial y la citación a indagatoria de dos altos funcionarios de la gestión de Cristina Kirchner que, según trascendió en Comodoro Py, serían el ex Secretario de Seguridad Sergio Berni y el ex jefe de la AFI Oscar Parrili.
En caso de concretarse, y pocos dudan que así será, tomaría vuelo la versión acerca de un «arrepentido» en la causa que no sería otro que el hoy detenido ex titular del Ejército César Milani. No porque el militar estuviese involucrado en la conjura, sino porque sostiene que desde lo más alto del poder político » le vendieron pescado podrido» que el pudo comprobar con el entrecruzamiento de escuchas que, desde el sofisticado sistema de intercepción que manejaba por orden directa de Cristina, habría realizado sobre una lista de funcionarios involucrados que le habría entregado su hasta ese momento super enemigo Jaime Stiusso.
Stiuso y sus hombres tenían planeado una serie de “planes de salida” en caso de perder la puja interna por el control de la ex SIDE. El juez cree que esos planes podían incluir la muerte de un periodista o de un dirigente de la oposición y que no sospechaban por esas horas que un operativo paralelo se estaba tramando en los propios despachos de la Rosada.
Ambos eyectados del poder y con sus viejos privilegios perdidos, terminaron en una rara convergencia que depositó en el escritorio de Ercolini la hoja de ruta de la muerte de Alberto Nisman. Y ese paper dirige todos los caminos a la figura de Oscar Parrili, al menos en grado de encubridor.
¿Terminan allí?, ¿siguen más arriba?…¿a Cristina Fernández?.
Nadie puede afirmarlo por estas horas, pero el secreto de sumario parece, irónicamente, un grito que para algunos anuncia un peligro inminente.