Por Adrián Freijo – La reaparición mediática de Macri y su forzado olvido de Mar del Plata y de Guillermo Montenegro esconde cuestiones personales que enfrentan el pasado con el futuro.
«Con Macri no hablo de política pero sí de la coyuntura, de los problemas, de la matriz productiva» dijo Guillermo Montenegro en febrero de 2021, cuando nadie parecía tomar nota del profundo abismo que existía entre el ex presidente y el intendente de Mar del Plata.
Anoche, cuando Mauricio Macri citó como un orgullo a los intendentes de su sector político -inclusive a algunos que gobiernan diminutos distritos sin peso alguno en la política de la provincia- y ni siquiera nombró a quien está al frente la cuarta ciudad del país, un conglomerado que en las próximas elecciones puede se el fiel de la balanza del poder político provincial Así terminó en quedar claro que entre ambos dirigentes hay un abismo de lejanía que viene desde hace mucho y tiene que ver con la realidad política de los marplatenses.
Cuando Montenegro llegó a estas tierras para tratar de birlar de las manos de la UCR la candidatura a intendente municipal, vino acompañado de Alejandro Rabinovich, un dirigente surgido del ARI y que no había sido por cierto muy contemplativo con el ex presidente de Boca Juniors. En 2006 había tenido duras expresiones contra Macri y su mano derecha Horacio Rodríguez Larreta por la situación del Hospital Ricardo Gutiérrez en el que se habían suspendido todas las intervenciones quirúrgicas.
El actual Coordinador del gabinete municipal dijo en aquella ocasión que «ni Mauricio Macri, ni Horacio Rodríguez Larreta pueden mostrarse indignados por el conflicto que atraviesa el hospital de niños, cuando su bloque viene presidiendo la Comisión de Salud de la Legislatura desde hace tres años, y hasta el momento nunca realizó ninguna acción para solucionarlo».
No mucho después, en 2009, Macri firmó un decreto que que obligaba a que los empleadores de la ciudad brinden al gobierno información sobre las adicciones de sus empleados. Y una vez más fue Rabinovich, esta vez en sociedad con Diego Kravetz, quienes calificaron al decreto como inconstitucional y violatorio de las garantías individuales.
El mismo Rabinovich, un año antes, le había recordado a a Macri que el proyecto de la policía local era en realidad del anterior Jefe de Gobierno: «lamento la pérdida de tiempo, dado que los lineamientos de este plan son similares a los propuestos hace un año por el ex Jefe de Gobierno Jorge Telerman» sostuvo.
El tiempo fue acercando a ambos a quienes comenzaban a marcar diferencias con el ex presidente. Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, sin poner en evidencia pública sus diferencias con Macri, comenzaron a transitar juntos un camino diferente en el que la palabra peronismo ya no era mala y en el que se comenzaba a vislumbrar que no era de espaldas a la gente como se podría cambiar el futuro del país.
Y es ahí cuando se produce uno de esos hechos que en política, tal vez sin que lo sepan sus protagonistas, comienzan a cambiar la historia: Montenegro había presentado su renuncia como embajador argentino ante la República Oriental del Uruguay el 1° de setiembre de 2017 – cargo que había aceptado para poner distancia a sus crecientes diferencias con Mauricio Macri, quien en la campaña electoral le había ofrecido integrar el gabinete como ministro de Seguridad y luego, sin siquiera tomarse el trabajo de brindarle alguna explicación, optó por designar a Patricia Bullrich como parte de acuerdos políticos que continúan hasta el presente y suponen acercar un ala casi cavernícola del peronismo menos confiable- y se disponía a sumir su banca como diputado nacional, a la que había llegado por su ya consolidada alianza con María Eugenia Vidal y también, aunque aún no tan sólida, con Horacio Rodríguez Larreta.
Los errores y la falta de visión política del presidente comenzaban a unir a los adversarios de ayer en la búsqueda de una coalición distinta hacia el futuro.
La división comenzó a ser más explícita y fue entonces que -ante la necesidad de levantar una candidatura propia en Mar del Plata para enfrentar lo que parecía un paseo de Vilma Baragiola y la UCR en el camino a suplantar la desastrosa gestión de Carlos Arroyo- Macri aplaudió con ganas la idea de enviar a estas tierra al «dúo siniestro» (Montenegrro-Rabinovich) y sacárselos definitivamente de encima: la derrota era segura (¿quién iba a votar a dos desconocidos?) y eso iba a representar un cachetazo para sus incipientes rivales internos y además sacaría de su camino a dos que se atrevían a cuestionarlo.
«Alejarlos del centro de la escena fue para Mauricio la mejor noticia que podía esperar» nos confirmaba por estas horas un hombre del poder porteño que acompaña la historia del PRO desde los primeros momentos de esta historia.
Y todo le salió mal, también en esto, a quien supo afirmar que domar la inflación era una cosa de tontos…
Guillermo Montenegro, por méritos propios y por errores ajenos -deberá por siempre prender una vela de agradecimiento a la corta visión de Fernanda Raverta que nunca entendió que no acordar con Gustavo Pulti iba a costarle una derrota impensada en el contexto de un Frente de Todos que arrasó en la nación y en la provincia- no solo ganó Mar del Plata y Batán sino que se convirtió en el hombre que puso freno al avance imparable del kirchnerismo. Y, junto a su ladero Alejandro Rabinovich, se convirtieron no solo en referentes locales sino en protagonistas ineludibles de lo que vaya a ser de Juntos por el Cambio en el futuro inmediato.
Uno, Macri acicateado por su entonces jefe de gabinete Marcos Peña, se equivocó en todo…
Los otros, Montenegro, Larreta, Vidal y Rabinovich, se dieron cuenta que en cada crisis aparece una oportunidad y siguieron adelante construyendo su propio espacio, abriendo el juego a los sectores del peronismo que aquellos supieron despreciar y resueltos a referirse de aquí en más al ex presidente con el respeto que, en las familias bien habidas, merecen los ilustres protagonistas del pasado cuando queda en claro que ya no tienen oportunidad de regresar de éste.
Sin detenerse mucho a analizar porque los acompañantes de antaño eligen olvidarlos cuando en una frívola mesa televisiva, la misma en la que alguna vez Mirtha le espetó «ustedes no saben lo que le pasa a la gente», ahora sin periodistas que cuestionen ni conductores que conozcan algo de la realidad, son preguntados acerca de los verdaderos protagonistas de su espacio.
Tal vez, como cuando llegaba a Olivos en plena crisis y se desconectaba viendo Netflix de lo que estaba ocurriendo en el país que lo había elegido para gobernar, Mauricio Macri crea que negando a Mar del Plata y a Montenegro todo va a acomodarse a su gusto y placer.
Casi como en una proyección del aún cercano tiempo en el que el ex presidente creía que entendía algo acerca de lo que se trataba.
En fin…