SIN RUMBO Y SIN DIAGNÓSTICO

Los contagios crecen más de lo esperado, la vacuna tarda en llegar y todos los días el gobierno tira al aire cifras y fechas que no tienen sustento ni seriedad alguna. No hay política, ni convicciones ni planes.

Maradona tuvo su funeral y el presidente sus minutos de arrope popular a la sombra del ídolo. Pero como la improvisación no sabe de réditos políticos el papelón fue tan estentóreo como el peligro en el que se puso a cientos de miles de argentinos…

Los militantes por la ley del aborto -quienes estaban a favor y quienes en contra- tuvieron su instante de militancia y expresión; y el gobierno comenzó a apropiarse de los réditos de una ley que pretende hacer creer que nació de su impronta, aunque haya estado doce años en el poder tratando de evitar su tratamiento. Pero en el camino volvió a poner en riesgo a miles de argentinos que ganaron las cercanías del Congreso sin cuidado alguno y en muchos casos insistiendo en confundir la violación de todo sentido común con algo así como una revolución o una viveza.

Miles y miles de jóvenes decidieron que las fiestas no contagian, las aglomeraciones son inofensivas y que el distanciamiento social es para «la gilada». Y el gobierno resolvió acompañarlos en su estupidez sin tener en cuenta que el adolecer es parte de la adolescencia -¿es tan difícil emparentar ambos términos?- pero el conducir es obligatorio de los gobiernos.

Desde hace meses la administración nacional, y no pocas provinciales entre las que puntea con comodidad la bonaerense, marchan a los bandazos y sin programación alguna permitiendo o prohibiendo lo que creen que es redituable permitir o prohibir en cada caso. Y lo que es peor lo hacen en medio de una ensoñación absurda que las empuja a inventar fechas de inicio de la vacunación, comparaciones con países que hace rato demostraron hacer las cosas mejor que nosotros y supuestas organizaciones científicas que protegen y aseguran cada caso.

Más de un millón y medio de contagiados y casi cincuenta mil muertos son una respuesta en si misma.

Pero había que discutir la reforma judicial, la designación del Procurador, los fondos de la CABA, la continuidad o no de las PASO, la interrupción del embarazo…¿de dónde sacar tiempo para dedicarse a algo tan secundario como una pandemia que ha destruido al mundo y a la economía?.

Ya no hay tiempo para cambiar ni para programar. Perdimos el tren del diagnóstico y ahora solo nos queda seguir improvisando, tirando manotazos de ahogado y rezar para que las cosas no deriven en una tragedia aún mayor.

A una semana de las fiestas todavía discutimos que es lo que las personas van a poder hacer. Y por supuesto terminarán haciendo lo que quieran y como quieran…

Días después de la primer campanada del año cientos  de miles de argentinos saldrán de vacaciones dispuestos a hacer lo que les parezca mejor. Y así será y nadie tiene hoy la fuerza para evitarlo o al menos orientarlo.

Y como siempre, la culpa terminará siendo del otro…que invariablemente somos nosotros.