Alberto y una jura entre palabras huecas y silencios que atruenan

Adrián Freijo – El presidente debería llamarse a silencio. Tal vez en el trabajo encontraría la redención pública que su palabra aleja cada vez más. Hoy, una vez más, quiso aclarar y solo oscureció.

Alberto volvió a hablar y, una vez más, el saldo se convierte en un aumento de la brecha que cada día lo aleja más de la sociedad. En los primeros cinco minutos de su improvisado mensaje el presidente cayó en ese pozo negro que parece haberse fagocitado su imagen y su gestión: atacó a Macri y su gobierno, a la oposición -a la que volvió a plantear como un conglomerado perverso que solo busca quitar derechos de los argentinos- para saltar sin solución de continuidad a su clásica y ya gastada afirmación de «a mi no me van a encontrar en debates estériles o fomentando la división de los argentinos». Pues vaya que le sale mal…

En una ceremonia en la que la ausencia de Cristina se trató con un silencio que sin embargo fue estruendoso, el presidente pretendió convencer a propios y extraños que la designación de Mansur fue una decisión de su propio coleto -la carta de la vicepresidente exigiéndolo parece no haber existido jamás- y que la crisis escandalosa que se desató con la renuncia de ministros que «se fueron» porque quisieron y al final se quedaron porque su jefa así lo dispuso fue en realidad producto de «un movimiento que debate todo de cara a la gente».

Aunque parece que a ese conglomerado llamado «gente» al que el oficialismo jura respetar hasta el punto de permitirle observar las discusiones internas, hay al menos una persona que no lo integra: el propio Alberto, que se enteró de las renuncias por radio mientras se dirigía a encontrarse con un  intendente del conurbano.

Por todo eso sería bueno que alguien le sugiriese a Alberto mantenerse en silencio. Si sus palabras van a ser en el futuro las mismas que hoy volcó en el acto de jura de los ministros que su compañera de fórmula le permitió nombrar -a los propios Cristina los dejó en el gabinete como si nada hubiese pasado- difícilmente la sociedad perciba que algo se ha entendido o algo ha cambiado.

Además, si alguna palabra era importante que sonara en la ceremonia…el silencio de Cristina Kirchner valió por todas ellas.