Alberto: la delgada línea entre el optimismo y la ensoñación

Por Adrián Freijo«Estoy satisfecho, los objetivos que nos planteamos los logramos» dijo el presidente sobre su participación en el G20, en la que no logró que nadie quisiese reunirse seriamente con él.

 

Tal vez lo más grave sea que Alberto Fernández, como muchos mandatarios de esta América Latina errática y zigzagueante, no se detenga un momento a pensar que todo lo que diga será replicado por la prensa o por los observadores que los centros de poder tienen en todos lados y que la conclusión será inevitablemente que nuestro presidente es un chanta, un mentiroso o un tipo que no entiende nada de nada.

Solo así se entiende que haya afirmado, tras su gris paso por Roma, que «estoy satisfecho, los objetivos que nos planteamos los logramos». La misma costumbre que tienen otros líderes de la región, a quienes el kirchnerismo considera sus aliados naturales, que prefieren declarar hacia adentro de sus países sin tomar jamás en cuenta lo que el mundo piense de ellos.

Ocurre que muchos de sus pares de esa ficción a la que se denomina «progresismo revolucionario» no tienen motivo ni interés alguno en cultivar una imagen de seriedad ante el mundo. Les da lo mismo; su realidad pasa por instalar en sus países dictaduras brutales, amañadas y corruptas que se sostienen, por el tiempo que sea, con relatos, negocios ilícitos y aparatos represivos a los que no dudan en convertir en estructuras estatales.

Maduro, Ortega, en su momento Correa, los Castro en Cuba son solo algunos de esos ejemplos a los que el kirchnerismo supo agregarle versiones algo más exóticas como quedó expuesto en los viajes de la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner a Angola, donde mostró una sugestiva cercanía con el dictador vitalicio José Dos Santos, o en Vietnam donde además llegó al dislate de comparar a Ho Chi Min, capaz de instalar la más cruel de las dictaduras bajo el pretexto de la liberación, con nuestro José de San Martín reconocido hasta por sus enemigos como un caballero en el campo de batalla y un demócrata a la hora de aplicar formas de gobierno a los países liberados a su paso en los que, dicho sea de paso, no acostumbraba quedarse con el poder vitalicio..

Y si bien los acuerdos firmados en su momento con China, en los que el país de Oriente aplicó aquí los formularios que establece con África, y que son convenios precoloniales, pueden justificarse por el protagonismo del nuevo socio en el mundo, no debe dejarse de lado que otras naciones como Brasil, México y Canadá -por no citar a todas las pertenecientes a la Unión Europea- exigieron cláusulas y protocolos distintos a los que aceptó calladamente nuestro país.

Y con la misma dosis de irrealidad y voluntarismo el presidente pretende ahora, una vez más, que la historia empieza cuando la Argentina llega: «creo que lo que tuvo mucho sentido para Argentina es que vinimos a plantear lo que está pasando en nuestra parte del mundo», indicó, y advirtió que «el mundo de la post pandemia es un mundo sufrido, donde hay muchos países endeudados y en crisis».

Si…como el lector lo percibe…¡¡¡Alberto Fernández le contó a los países centrales lo que ocurre en América Latina y, además, les avisó que hay países endeudados!!!. Todo un descubrimiento, todo un aporte…todo un exceso de protagonismo y representatividad.

Maquillar la indiferencia con la que fue tratado y pretender esconder que lo único que la titular del FMI se limitó a informarle fue que se seguirá negociando siempre y cuando nuestro país presente un plan económico sustentable y un proyecto de disminución del gasto público creíble es una cosa. Querer convertir eso en «objetivos cumplidos» y las reuniones arrancadas en los pasillos en una «importante recepción» es otra muy distinta.

«Hago una tarea laboriosa con toda Europa, que en esta oportunidad volvió a repetirse, con Merkel, Macron, Pedro Sánchez» disparó como si el mundo no fuera a enterarse que Merkel está de salida,  que con Macron reafirmaron las visiones compartidas sobre la acción climática y la preservación de la biodiversidad y la defensa de los derechos humanos y la igualdad de género, lo que dejó espacio para un agradecimiento del argentino por el potencial apoyo de Francia a la negociación con el FMI sin recibir comentario alguno del galo y con el español no se pasó de un encuentro protocolar, arrancado de compromiso y que Sánchez aceptó para honrar la vieja relación entre su país y el nuestro y ciertas afinidades políticas entre el PSOE y la versión kirchnerista del peronismo. Como «tarea laboriosa»…no da para el sudor intenso.

Confusión en las palabras o confusión en la interpretación de los hechos. Ambas son por cierto graves en el primer mandatario de un país que se pretende serio…

En un mundo acostumbrado a juzgar actitudes y no discursos, la Argentina parece estar necesitando de una decisión estratégica que la deposite en uno u otro de los sistemas que hoy están en pugna. Si vamos a ser capitalistas, como lo exige nuestra historia y realidad, hagámoslo sin resquemores y sin ficciones.

Y si vamos a ingresar en el inestable colectivo de los países en los que la liberación jamás ha dejado de ser un apotegma de ocasión, y que para mantener a su población en estado de miseria silenciosa necesitan instalar gobierno dictatoriales y demoler el estado de derecho, hagámoslo también, sin mentiras ni actuaciones y asumiendo el costo que ello pueda representar.

Y la única forma de dilucidar esta cuestión es generando una nueva institucionalidad que garantice que lo que la gente elige sea lo que se resuelva.

Y nos ponga al margen de aventureros, gobernantes inventados y sin sustento y declaraciones pretendidamente importantes que en realidad solo mueven a la sonrisa irónica o a la vergüenza.

Porque una cosa es ser optimista y otra muy distinta un irresponsable soñador de glorias imaginadas en batallas inexistentes…