Redacción- Busca desarmar el enojo de gobernadores, intendentes y del propio Massa que observan como Cristina los desprecia, toma el centro de la escena y va por todo.
El protagonismo de Alberto Fernández en la campaña que lo llevó a la presidencia, lugar para el que fue designado candidato por exclusiva voluntad de Cristina Kirchner y su hijo Máximo, no llegó a ocultar una interna que está al rojo vivo y que amenaza condicionar el gobierno que viene. Ya aquí en Mar del Plata fue notorio que la ex presidente no quiere ceder protagonismo, y mucho menos peso político, a actores centrales del acuerdo de unidad como ha sido Sergio Massa, a quien directamente maltrató en su discurso haciéndole saber que no está dispuesta a hacerle fácil su voluntad de tener un papel protagónico en el armado de lo que viene y en la búsqueda de armar una alianza con los gobernadores y con muchos intendentes que sostenga un gobierno en el que que el kirchnerismo sea un socio que deba someterse a la voluntad de la mayoría.
Y ya en la noche del festejo Cristina fue más allá: ordenó que los gobernadores quedasen abajo de escenario, dejó fuera del VIP a muchos intendentes del conurbano entre los que se contaba el propio Fernando Espinosa, ganador en La Matanza y hombre influyente del PJ si los hay y volvió a sacudir con sus palabras a quienes ordenaron a sus legisladores apoyar leyes solicitadas por el gobierno de Macri.
El mensaje hacia adentro no pudo ser más claro: va por el poder, está dispuesta a dar pelea y no se olvida de aquellos a los que considera responsables de todos los malos momentos que con su familia ha pasado en estos últimos cuatro años.
El nuevo presidente debió salir a apagar el incendio y viajó a Tucumán para asistir a la reasunción de Juan Manzur a la que habían llegado con ceño fruncido y espíritu conspirativo Sergio Uñac, Sergio Casas, Gerardo Zamora y Gildo Insfrán, además de Sergio Massa, Daniel Scioli y el propio Fernando Espinoza, entre otros intendentes como Andrés Watson, Mario Ishii, Alejandro Granados y Gustavo Menéndez.
Sabe que un gran porcentaje de sus posibilidades de gobernar estarán apoyadas en esas figuras del peronismo que tienen territorio y le preocupa la idea de que los ninguneos de Cristina puedan llevarlos a pensar que él no tiene poder real para conducir un buque en el que todos se juegan sus posibilidades de capear una tormenta que no va a ser sencilla.
Lo cierto es que antes de asumir ya las turbulencias se hacen por momentos insoportables y muchos temen que se haga realidad lo que en los círculos de poder peronista hoy no pasa de un murmullo: «Cristina quiere venganza y otra vez viene por todo. Ella no entiende el poder de otra manera…».
Aunque Alberto insista en que lo único que necesita es tiempo…