Arroyo Salgado va esta semana por la cabeza de la fiscal Fein y el gobierno logrará inculpar a Lagomqarsino y dejar impune a «Jaime» Stiuso que mucho tiene que ver con el crimen.
Tal cual viene sosteniendo LIBRE EXPRESIÓN desde el mismo momento en el que se conoció la muerte de Alberto Nisman, su viuda Sandra Arroyo Salgado trabaja cada vez más desembozadamente a favor de la hipótesis que más le conviene al gobierno.
Denunciamos que la intención de la Casa Rosada era que la causa pasase a la justicia federal -donde ocho de los doce jueces le responden absolutamente- y que se intentaría dirigir las sospechas hacia la figura de Diego Lagomarsino. Algo que la propia Presidente intentó en su primera aparición pública insistiendo en el carácter «íntimo» de la relación que lo unía con el fiscal.
Caída esa hipótesis comenzaron a trabajar sobre la vereda opuesta, es decir las múltiples relaciones de Nisman con jóvenes acompañantes a lo que le agregaron ahora que las mismas se habrían financiado con dineros públicos.
Y en todas esas hipótesis la ex mujer del muerto hizo de disparadora o potenciadora del brulote.
Porque aunque el trabajo de Arroyo Salgado sea el de desgastar la figura de la fiscal, demorar las pericias de la causa y sembrar sospechas sobre Lagomarsino, todo lo hace a partir de dar como hechos concretos las versiones que el gobierno lanza sobre la figura de la víctima.
Cuando dice que se busca desprestigiar a su ex marido dando a conocer la cuenta en los EEUU, sus acompañantes femeninas o plantea un grado de excesiva confianza con el especialista en informática, la jueza no niega la veracidad de tales supuestos sino que se limita a poner en duda la intencionalidad de explicitarlas.
También dijimos desde el principio que detrás de las actitudes de Arroyo se veía la mano de Antonio Stiuso y que ello corroboraba que el enojo de la administración kirchnerista con el espía era parte del bluff. Y las últimas noticias en la causa comienzan a dirigir todas las miradas hacia esta hipótesis con destino a confirmarla.
En las próximas horas, la mujer le dará cuerpo a la hipótesisde que el informático en realidad le debía dinero a su ex marido y que decidió eliminarlo para borrar de un plumazo esa deuda.
Arroyo Salgado dirá entonces que los depósitos que hacía Lagomarsino a Nisman no correspondían a un retorno de la mitad de su salario —como él mismo argumentó—, sino parte del pago mensual de la deuda que este tenía con su empleador.
Y al mismo tiempo aparecerá copiosa documentación, por supuesto apócrifa, que servirá para que la investigación se corra hacia esa hipótesis.
El gobierno se saldrá con la suya, Stiuso podrá gozar de la impunidad que busca desde hace meses y Arroyo Salgado seguirá sirviendo al Cristina y a los suyos «enterrando» pruebas irrefutables de las vinculaciones del poder con el narcotráfico.
Y el «culpable perfecto» (Lagomarsino), se tendrá que hacer cargo de todo lo ocurrido con el fiscal. Si no se «suicida» antes…