Redacción – Arroyo no asistió al lanzamiento de la temporada teatral. Pero si a la presentación del Circo Rodas e intentó, junto al Mago sin Dientes, algo así como una inauguración formal.
La ausencia del intendente en el lanzamiento de la temporada teatral -que ante la indiferencia del municipio fue solventado por los tres empresarios que pese a cualquier inconveniente o campaña en contra apostaron por Mar del Plata- no podía contener un mensaje más negativo para tantos medios, dirigentes y personajes que apuestan al fracaso de Mar del Plata.
Una especulación mezquina, teñida de esa gris mediocridad que caracteriza una gestión amante de la épica heroica a la hora de hablar pero del bajo vuelo de una perdiz al momento de actuar, que hace dudar acerca de la verdadera posición oficial ante la difícil temporada.
¿O no fue acaso la inacción municipal la que llenó el microcentro de manteros?, ¿y la Plaza Rocha convertida en un dislate de puestos de venta callejeros?, ¿y el retorno de los ambulantes a la Avda. Luro?; ¿no son acaso muestras de un absoluto desinterés por una ciudad a la que en campaña Arroyo anunciaba como «limpia, ordenada y segura» si era él el encargado de gobernarla?.
Sin embargo pudo asistir a la función inaugural del Circo Rodas y subirse al escenario con el macrista más destacado que hoy le pone la oreja: el mago sin Dientes.
A la misma hora en la que se conocía que la famosa lluvia de obras para Mar del Plata no eran más que un verso -será uno de los distritos bonaerenses en los que menos fondos estarán dedicados a ello- esta nueva muestra del nivel político del jefe comunal no hace otra cosa que dejar al desnudo el grave problema por el que atraviesa la ciudad.
Todo es una deriva sin sentido y un capricho sin destino. Ni en La Plata ni en el gobierno nacional creen una palabra de todas las que, en forma de justificación, suelen recibir cada vez que nuestra comuna va con la mano extendida a pedir dinero y no puede demostrar un solo ahorro efectivo ni una disminución del gasto por pequeño que sea.
Tal vez por eso el circo y el singular interlocutor del intendente sean, por primera vez en un año, una muestra de realismo que al menos sirve para saber donde estamos parados.
Aunque la imagen que recibimos, lejos de los tiempos en los que Mar del Plata se codeaba con lo mejor del ambiente político, artístico y cultural del país, nos llene de tristeza y porqué no un poco de vergüenza.