Básquet – El clásico Peñarol-Quilmes envuelto en una polémica inoportuna

Por Florencia Cordero

Por Florencia Cordero

Soplan nuevos aires en la Liga Nacional de Básquetbol, pero en lugar de sumar para construir y crecer, todavía siguen en relieve los intereses personales por sobre lo verdaderamente importante que es cuidar el producto y potenciarlo.

El nuevo formato de competencia representa un gran desafío y se verá con el correr de la nueva Liga si los cambios impactan positivamente o no. Ya para arrancar, el panorama cambia con la catarata de clásicos en el comienzo de la temporada.

El partido inaugural con el choque entre Peñarol y Quilmes en el Polideportivo es, sin dudas, una propuesta inmejorable. El clásico marplatense es lo mejor que puede presentar la Liga Nacional en el
máximo escenario del país y con las dos hinchadas animando desde las tribunas.

Tanto en el básquet como en el fútbol, es cada vez más difícil minimizar el riesgo ante la posibilidad de incidentes con enfrentamientos de parcialidades. Sin embargo, en el histórico Peñarol-Quilmes, con mucho esfuerzo, se ha logrado mantener esa convivencia pacífica entre simpatizantes gracias a las comodidades del Polideportivo y el compromiso de dirigentes y fuerzas de seguridad.

A la luz de las circunstancias, está claro que es responsabilidad de todos cuidar el clásico para que se siga jugando tal como fue concebido. Los jugadores defendiendo la historia y los colores de la camiseta en el parquet y la hinchas de los dos equipos alentando en las tribunas para darle marco a una verdadera fiesta del deporte. Esa es la esencia del clásico.

Aunque Quilmes tenga su legítimo derecho de querer jugarlo en Once Unidos, la cancha donde juega todo el año, este es un partido que trasciende los intereses personales y que representa a la identidad deportiva de toda Mar del Plata. Para el hincha puede ser innegociable la posibilidad de hacer valer su localía y es entendible, pero los dirigentes deberían tener una mirada superadora para potenciar lo que tenemos.

Estamos a pocos días de que se inicie una nueva temporada con dos clásicos consecutivos y en lugar de impulsar lo que debería ser orgullo de la ciudad, asistimos atónitos a una pelea inoportuna que confunde a los hinchas y especialmente aleja de la cancha a aquellos que podrían sumarse. Porque para crecer hay que generar que cada vez más gente se sienta seducida por lo que propone un espectáculo deportivo. Gran materia pendiente de la Liga.

A la hora de expresar una opinión, los periodistas nos vemos obligados a aclarar permanentemente que nuestra postura no es a favor o en contra de uno de los dos equipos. Las agresiones en las redes sociales son descarnadas y crueles. En esta sociedad de intolerancia creciente y, a pesar de esa violencia verbal solapada, el clásico todavía se puede jugar en paz.

Los últimos partidos ente Peñarol y Quilmes, incluidos los play offs de la temporada pasada, fueron excelentes espectáculos por el juego y por la gente. Es la fiesta del deporte de Mar del Plata que permanece en su más pura esencia. Que no se pierda.

polideportivo