El juez Lijo se encuentra ante un verdadero desafío. Más de 5.000 horas de escuchas logradas en la Causa Nisman deberán ser desgrabadas de urgencia. ¿Podrá?.
Las cinco mil horas de intervención sobre tres celulares y un teléfono fijo de Jorge Alejandro “Yussuf” Khalil, acusado de ser el nexo entre el gobierno argentino y el régimen iraní, eran la carta más fuerte que tenía el fiscal Alberto Nisman para jugar.
Porque aparte de dos declaraciones testimoniales –al periodista José Eliaschev y el dirigente Luis D’Elía- y decenas de recortes de prensa, eran casi la única prueba tenía el fiscal Alberto Nisman para acompañar su denuncia sobre un supuesto plan gubernamental de encubrimiento a los sospechosos iraníes de haber volado la sede de la AMIA.
Esas escuchas, almacenadas en 961 discos CDs y con más de cinco mil horas de duración, descansan ahora en el despacho del fiscal federal Ramiro González, en el quinto piso de los tribunales de Comodoro Py, sin que nadie aún se las haya puesto a escuchar.
Es muy posible que los investigadores se encuentren en las grabaciones muchísimas horas de conversaciones infructuosas. Khalil fue escuchado por la Secretaría de Inteligencia desde 2007 por orden del juez Rodolfo Canicoba Corral, aunque las grabaciones que Nisman anexó a su denuncia no se remontarían tan atrás. Su contenido no es un detalle menor para el futuro de la investigación: son el único elemento concreto con el que cuentan el magistrado y el fiscal para decidir la suerte que correrá la denuncia: si la presentación del fiscal muerto tiene una relación temática con las causas de encubrimiento que aún se instruyen en el juzgado federal de Lijo, en cuyo caso podría seguir allí por conexidad.
Una cuenta simple indica que si una sola persona empezara mañana mismo a oír ese caudal de conversaciones, demoraría hasta el 20 de febrero y no podría detenerse a dormir ni a almorzar. Por eso, Lijo –que nunca tuvo tantas horas de escuchas telefónicas en un expediente a su cargo- evalúa encomendárselo a la policía federal.
El fiscal González le pidió ayer, a través de una presentación, que se buscaran más transcripciones de las escuchas en la unidad fiscal de la AMIA, que Nisman pudiera haber dejado en algún cajón, o que se dispusiera el comienzo de la transcripción. La primera opción está descartada: ese mismo día, en el juzgado recibieron la confirmación del equipo de Nisman que no hay una desgrabación más completa de las 5.000 horas que la que fue utilizada por el fiscal para edificar las 300 páginas de la denuncia.
Ahora, Lijo y González tomarían una decisión sobre las escuchas: si desgrabar las miles de horas de grabación de forma completa o sólo las partes que consideren más importantes, y en todo caso, de qué manera: si enviaban las cintas a peritos de la policía federal o lo emprenden con horas-silla de su propio personal.