CUANDO LAS MINORÍAS SE CONVIERTEN EN OLIGÁRQUICAS

En jugueterías del país están a la venta muñecas que bajo su pollera muestran órganos sexuales masculinos. ¿Es necesario?, ¿es sano?. El riesgo de exagerar.

Los tiempos han cambiado y como siempre ocurre con sus variaciones pareciera no tener mucho sentido detenerse en discusiones que ya han quedado atrás. Desde siempre la humanidad ha evolucionado con un carácter determinante y sólo el autoritarismo o el iluminismo puede pretender desandar el camino que la sociedad ha recorrido.

No son muy lejanos los años en los que se pretendió terminar con el rock, el pelo largo o las relaciones prematrimoniales con el torpe expediente de la prohibición. Y es bueno recordar que ese espasmo determinista sólo sirvió para fortalecer la tendencia, como ante había ocurrido con la mujer trabajando, votando o simplemente fumando.

La evolución humana es entonces un camino sin retorno, y es bueno que así sea.

Nos toca vivir ahora el tiempo de la libertad sexual y si ello representa avanzar en el derecho del individuo para elegir que camino pretende para su vida no sólo no debe enojarnos sino que nos obliga a entender que el libre albedrío es parte de la esencia del ser humano. Y seguramente la más importante.

Sin embargo no debemos perder de vista que, más allá de la sostenida promoción que en los medios se le da a toda forma de diversidad sexual, la sociedad se compone mayoritariamente de heterosexuales que de ninguna forma pueden quedar relegados a un lugar de minoría al momento de discutir pautas culturales o educativas.

La aparición de juguetes exaltando esa diversidad merecería seguramente un debate más profundo.

¿Está un niño en edad de jugar con muñecas en condiciones de entender aquello de «cuerpos equivocados»?.

¿Tiene la madurez intelectual y emocional para comprender esa notoria diferencia entre su género natural y uno adoptado, aunque ello represente un canto a la libertad?.

Creemos que no; y aunque sea de aquí en más una cuestión natural y cotidiana ir formando a nuestros hijos en las reglas del nuevo mundo tenemos que cuidar que esas reglas no les sean impuestas desde la infancia por la fuerza.

Es posible que si no tomamos este punto en serio los hombres y mujeres de tendencia heterosexual se encuentre en pocos años en el lugar en el que hasta ayer nomas se ubicaban los homosexuales. Es decir, queden relegados al oscuro lugar de minorías perseguidas que a aquellos les tocó vivir y del que hoy, por fin, han salido.

Una sociedad democrática es aquella que respeta los derechos de las minorías, las acepta en su seno y las incorpora como una parte más de su integridad.

Pero si esas minorías se la llevan por delante, se apropian de su vida y su cultura y terminan imponiendo sus reglas, la sociedad deja de ser democrática para convertirse en sumisa de un nuevo tipo de oligarquía.

Y esto es lo que puede estar ocurriendo en estos momentos en la Argentina, lugar en el que nos dicen que es lo que hay que pensar, quienes tienen derechos humanos y quien no y ahora cual es el sexo de los juguetes.

Por el bien de todos, mayorías y minorías, sería bueno que sepamos poner límites al ejercicio desenfrenado de una libertad que no es tal.