Por Adrián Freijo – ¿Tener un auto con menos de diez años de antigüedad es ser rico?, ¿una prepaga justifica perder tus derechos?. El PAMI aparece como símbolo de un país sin rumbo.
Los políticos se enojan cuando alguien plantea que es una muestra de corrupción llegar al poder con un viejo y destartalado auto y un departamento de dos ambientes y en pocos años tener un importado de alta gama y un piso en Puerto Madero. Sin embargo se dan el lujo de cuestionar que una persona que trabajó toda su vida y cumplió con sus obligaciones previsionales pueda tener un auto de manos de diez años de antigüedad.
El director ejecutivo del PAMI, Carlos Regazzoni, confirmó hoy que el organismo dejará de entregar medicamentos gratis a quienes cuenten con una prepaga, posean un auto de menos de 10 años o más de un inmueble, y quienes cobren más de 1,5 haberes previsionales mínimos.
De inmediato, el defensor de la tercera edad, Eugenio Semino, denunció un negocio con los medicamentos y pidió considerar la salud de la tercera de edad como política. Regazzoni ya había intentado explicar los límites: «No podemos dar un beneficio social a una persona que se va a veranear a Punta del Este.
Lo que buscamos es que sea justo el sistema y hoy en día no es justo si una persona que tiene un yate de lujo o que vive en un country de lujo o que tiene un avión recibe medicamentos gratis del PAMI», afirmó.
En primer lugar es claro que la medida viola derechos legales adquiridos, potenciales o difusos. Una persona que cobra una jubilación alta ha aportado durante su vida activa en la proporción que ello requiere. Por lo tanto no se trata de un abuso sino de un derecho.
Quien tiene un automóvil con menos de diez años de antigüedad pudo haberlo comprado como resultado de su esfuerzo personal, con la ayuda de un crédito o como sea posible dentro del sistema legal argentino. No necesariamente un coche del 2007 en adelante es garantía de corrupción.
Muchos jubilados tienen una prepaga que en no pocos casos es solventada con la ayuda de los hijos. Es la única forma que tienen de acceder a una atención digna que, bien lo sabemos en Mar del Plata, en manos del PAMI se convierte en una humillación a la raza humana.
Cuesta a quien esto escribe no estallar en la más amplia gama de insultos frente a semejante demostración de la falta de límites de los burócratas millonarios que nos gobiernan. Baste decir entonces que sería bueno que desde el presidente a las autoridades del instituto del que son propietarios los jubilados, recuerden que para tomar este tipo de medidas deberían en primer lugar cambiar las leyes -después terminan lloriqueando cuando la Corte les avisa que las leyes o decretos que utilizan son ilegales- y sobre todo comenzar por dar un servicio digno a quienes se pretende perseguir por tener un ínfimo capital.
Otra muestra más de una Argentina que insiste en perseguir a quien algo tiene, como para recordarnos siempre que mientras nos siga gobernando esta clase dirigente tenemos destino de fracaso y decadencia obligados.
Mientras el mundo busca el progreso, nosotros nos abrazamos al fracaso. Así nos va…