Por Adrián Freijo – «Me han puesto manos para hablarle /A las cosas de mi» (1); y para atajar también. El Flaco Spinetta, arquero de San Román, pasó por Mar del Plata y me tocó enfrentarlo.
Eran tiempos felices, de sueños y proyectos, de un mundo que cambiaba a toda velocidad y en el que los más jóvenes comenzábamos a vernos, por fin, representados.
Tiempo de deportes, de música que por fin era «nuestra» y de días y noches inacabables en los que la acción, la discusión y la amistad se convertían en un capital común del que todos sacábamos rédito.
Por esos días un «clásico» sacudía el mundo educativo de Mar del Plata: Don Bosco vs. Peralta Ramos, salesianos contra maristas, Sporting R.C. , multicampeón invencible en ese incipiente rugby que había estallado tras la gira de Los Pumas por Sudáfrica en 1965, y Don Bosco Rugby Club que recién daba sus primeros pasos y que no era muy bien visto en el mundo de la ovalada porque para los stándares de un deporte que por entonces era un poco elitista…eramos «mersas».
La Unión de Rugby de Mar del Plata resolvió que no podría jugar el campeonato local ningún equipo que no tuviese su propia cancha. Arbitrario, sospechoso…pero inapelable.
El colegio lo dirigía el Pbro. Santiago Salustio, un verdadero santo injustamente olvidado por quienes lo sucedieron y pudieron usufructuar de los avances que supo dar a la institución. «No van a dejar afuera a los equipos de Don Bosco», dijo. Y comenzó una intensa campaña para comprar lo que hoy es la Villa Don Bosco, que se inauguró en 1967 con dos partidos emblemáticos: uno de rugby, contra el «enemigo» Sporting (que para marcar su superioridad nos mandó un equipo «B») y otro de fútbol contra San Román, campeón invicto de los Inrtercolegiales de la Ciudad de Buenos Aires -por entonces el torneo entre establñecimientos educativos más importante del país- cuyo arquero era nada menos que Luis Alberto Spinetta.
Almendra, esa magia musical que lo tuvo como crack fundacional, nació en el San Román como un grupo de amigos. Porque si algo sabía El Flaco era hacer amigos. Y tal vez por eso era además el capitán del equipo representativo del colegio.
Con mucho menos talento que él, pero con las mismas ganas de potenciar la amistad y el grupo, a mi me tocaba ser el capitán de Don Bosco y por eso el momento -inmortal para mi- en el que intercambiamos banderines en el inicio del partido, bajo la atenta mirada del padre Salustio y de Alejandro Pagani, aquel legendario entrenador y preparador físico de varios equipos marplatenses y de la selección local que aquella vez accedió a cumplir funciones de árbitro.
Ganó Don Bosco 2-1, pero eso era lo menos importante. Al menos para mi que no sabía en ese momento la mano que estaba estrechando. Como no lo sabía la noche anterior cuando a la hora de la cena, cumpliendo mis funciones de capitán, pasé a compartir un rato con los jugadores de San Román -«concentrados» en nuestro colegio- pero no accedí a quedarme a una sobremesa con guitarreada a la que me invitaron…mientras el arquero rival afinaba la guitarra.
Me consuela saber que no sería la única decisión equivocada que tomaría en mi vida. Por suerte la foto servirá por siempre para disimularla….
(1) Canción Para Los Días de La Vida- Luis Alberto Spinetta