El Estado Islámico quemó vivo al piloto que tenía capturado

Maaz al Kasasbeh había caído en manos de los yihadistas al estrellarse en Raqqa. Amán negoció su liberación, pero ISIS decidió asesinarlo.

En un principio, el Ministerio de Comunicación del gobierno jordano declaró «estar listo» para liberar a la mujer que pretendía rescatar ISIS, pero ni en el caso de Al Kasasbeh ni en el de los dos japoneses que los yihadistas decapitaron en las últimas semanas las negociaciones tuvieron éxito alguno.

El intercambio público de mensajes entre Raqqa y Amán incluyó una retórica en la que los jordanos terminaron por amenazar con asesinar a todos los prisioneros de ISIS que tienen en sus manos. El desenlace de este hecho vuelve a demostrar que los extremistas sunitas no tienen límite en su sed de sangre y en su necesidad de demostrar poder.

La decisión de cometer este brutal crimen se da una semana después de la primera gran derrota de las tropas del Estado Islámico, en Kobane, donde los kurdos del YPG lograron recuperar la ciudad fronteriza con Turquía que muchos creen que podría transformarse en un símbolo de esta guerra.