EL FUTURO NO SERÁ UN TANGO NOSTÁLGICO

Pocas veces antes el panorama político nacional se encontró tan fragmentado como vacío de ideas.

El aislamiento progresivo del país supuso un fenómeno que parece caminar en el sentido opuesto. La Argentina, cuanto más se aleja del mundo, más parece depender de él para construir su propio camino.

 

¿Es imaginable un futuro sin terminar la crisis de la deuda?, ¿se puede programar algo sólido sin volver a los mercados de capitales?, ¿es posible subsistir con una economía cerrada en un mundo en el que hasta los más poderosos cierran acuerdos por convicción o necesidad?. Indudablemente no.

 

La actitud adolescente del  kirchnerismo, que esconde en ideologismos de caricatura su propia ineficiencia operativa,  debe dar paso a un pragmatismo sólido que además no podrá ser la expresión de un solo sector.

 

Para el juego de los nacionalismos vacíos –que han signado la historia del país desde su fundación– quedará un grupo residual compuesto por  fanáticos seguidores de este tiempo político que se va.

 

Aunque duela decirlo, representarán lo que en otras épocas encarnaban los viejos conservadores de caricatura sintiéndose herederos del país liberal de fines del S XIX y principios del XX, que supo mudar en el industrialismo alumbrado después de 1920 con la consolidación del radicalismo.

 

Y ya en la mitad del siglo pasado, y en muchos casos hasta nuestros días, aparecieron los nostálgicos “custodios” de las tradiciones del Alem o Yrigoyen que nunca entendieron que la marcha del mundo hacia la globalización económica requería de bastante más que encendidos discursos defendiendo las instituciones o la democracia.

 

Aquél “les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”, pronunciado por Juan Carlos Pugliese ante la explosión económica de una sociedad harta de discursos y deseosa de resultados, encarna como ninguna otra frase de la historia la pérdida de contacto con la realidad a la que había llegado el centenario partido.

Y les toca ahora a los defensores de la “década ganada” ocupar el papel de las viudas de un peronismo deshilachado que pretende épicos escenarios en los que el enemigo se parece mucho más a los molinos del Quijote que a emergente de realidad alguna.

 

Y muy posiblemente en los próximos años los protagonistas de este tiempo que culmina se conviertan en nostálgicos poco influyentes de una etapa que, como todas los anteriores, sólo deja un país varios pasos más atrás de lo que estaba cuando ellos comenzaron a administrarlo.

 

¿Aprenderán la lección los que vengan?, ¿leerán correctamente el mensaje que la realidad les manda?, ¿serán capaces de cambiar la larga historia de decadencia que el país ha vivido a partir de tanto capricho nostálgico?. Son muchas las preguntas y más aún las dudas que hoy se presentan.

 

La falta de ideas, unida a un estilo miserable de hacer política tan sólo con clichés, publicistas y dinero, y sobre todo la escasa confianza de la sociedad en sus “representantes” no permiten abrigar demasiadas esperanzas. Sin embargo la gravedad de la situación global de la Argentina puede convertirse en acicate para buscar las anheladas soluciones.

 

Y ello sería muy bueno, toda vez que este S XXI no parece tener espacio alguno para nostálgicos y caprichosos; dos rubros en los que hemos vuelto a ser…”el granero del mundo”.