Por Adrián Freijo – Al mismo tiempo en que el mundo colapsaba con la caída de WhatsApp, Facebook e Instagram la Argentina debía ocuparse de un nuevo malón mapuche. ¿Algo que agregar?.
Millones de personas vieron alteradas sus vidas por la súbita caída de WhatsApp, Facebook e Instagram en el mundo entero. Y más allá de la siempre valiosa discusión acerca de esta nueva etapa de la comunicación humana que cede el contacto directo y personal para suplantarlo por el virtual, tantas veces anónimo y agresivo, lo importante es comprender que con sus pro y sus contras esto es lo que le toca al mundo de hoy y que para no quedar en el camino hay que aceptar las reglas del juego y además aprender a jugarlo.
En el siglo XIX, frente a la Revolución Industrial, Argentina pretendió seguir viviendo feéricamente -esa dualidad material y espiritual que pretendía consumir y presumir en contra de las tendencias universales y que sigue siendo extraño privilegio nacional- y terminó estrellando su futuro ante una realidad mundial que avanzó en el valor agregado y nos condenó a ser simples proveedores de materias primas sin que dejásemos de sentir que aquello del granero del mundo seguía siendo un privilegio cuando ya nadie construía graneros.
Y ahora, en la era de la virtualidad, un día de crisis del sistema mundial coincide con un día de conflicto que pone en valor la realidad de nuestro país: los mapuches atacaron el campamento de Vialidad Provincial ubicado en el camino al cerro Catedral, a pocos kilómetros del centro de Bariloche, donde incendiaron un depósito y máquinas viales, y además dejaron maniatados al cuidador y a su esposa.
Un malón…un verdadero malón en la segunda década del siglo XXI…
Uno más de los muchos que se han sucedido en nuestra Patagonia sin que el estado atine siquiera a calificar a los autores de acuerdo a lo que fija el Código Penal de la República Argentina. ¿Cómo no se van a sentir los supuestos mapuches con derecho a seguir robando, agrediendo, incendiando, usurpando, quemando los símbolos patrios y desconociendo al estado nacional si los propios ciudadanos que lo encarnan dudan acerca de someter a un grupo de violentos al imperio de las leyes del país?.
Ni siquiera vale la pena detenernos en un hecho histórico imposible de someter a debate: la etnia mapuche es de origen chileno y fue enviada al sur del Río Colorado por el gobierno de aquel país para exterminar a las tribus argentinas y apropiarse del territorio para anexarlo al del país trasandino. El estado argentino, en dos ocasiones, envió expediciones militares para recuperar las tierras que le correspondían por derecho y ejercicio pacífico de la posesión.
Y las controversias que la forma de lograrlo han despertado a los largo de nuestra historia pueden aún no haber sido zanjadas pero de ninguna forma pueden esconder la verdad acerca de los sólidos derechos nacionales sobre aquellos territorios y el carácter de usurpación extranjera del accionar mapuche.
Seguramente el hato de mediocres y malhechores que se han apropiado de la política nacional no están en condiciones de entender la herida irrecuperable que hacia el futuro le asestan a nuestros jóvenes al poner en evidencia que en la Argentina da lo mismo cumplir la ley que violarla. Y sabe el lector que no hablamos solo de estos malones «new age» si no a muchos otros temas en los que día a día se acepta, se ignora y hasta se promueve la violación del estado de derecho o lisa y llanamente la posibilidad de trampearlo. Cada norma de ley puede hoy violarse con un DNU que así lo permita…
Siga el mundo dedicado a las cuestiones de la revolución informática, los nuevos derechos y obligaciones que de ella devienen y la necesaria reorganización de las relaciones entre el trabajo y el capital que sobrevendrán a esta nueva era, comparable a la que siguió a la aparición de la imprenta, o de las religiones monoteístas o aquella Revolución Francesa que permitió suponer que, a lo mejor, el poder estaba en muchos y no en unos pocos. Siga la humanidad adelante en busca de un nuevo milenio que recién comienza…
Y siga tranquilo…de los malones nos encargamos nosotros.