El nuevo mundo tecnológico afecta a los premios Oscar

Por Kyle Buchanan (*)La costumbre de la inmediatez, consagrada por las redes sociales, vació de juventud el interés por el tradicional premio y su ceremonia. Habrá cambios para adecuarse al tiempo.

 

El 27 de marzo, la retransmisión de los premios se verá renovada, según los recientes anuncios de la Academia. Tendrá una figura más esbelta, producto del recorte de varios premios del espectáculo en vivo. Habrá una cara nueva, tres, de hecho, en forma de presentadoras. Y ahora que el programa añade dos premios votados por los fanáticos para aumentar la participación en línea, espero que los labios de Oscar estén tan fruncidos como los pucheros de una influente en redes sociales.

Son muchos cambios para una retransmisión que a veces puede ser tremendamente tradicional. Pero, ¿todos estos ajustes son algo bueno?

Este columnista no tiene nada en contra de los procedimientos cosméticos, pero recuerdo que en el drama telenovelesco Nip/Tuck, los cirujanos plásticos empezaban cada consulta preguntando: “Dígame qué no le gusta de usted”. Demasiadas de estas decisiones de los Oscar parecen motivadas por una inseguridad muy profunda, una especie de autodesprecio de la Academia por lo que realmente es el espectáculo, por no hablar de lo que debería ser.

Examinemos los cambios uno por uno.

El concurso de popularidad

Fue el regalo de San Valentín que nadie pidió: el 14 de febrero, la Academia estrenó un nuevo concurso que permite a los espectadores votar en línea por su película favorita y por el momento cinematográfico más “digno de aclamación”, y se anunciarán en la retransmisión. La implicación no tan sutil: si los señores Mengano y Sutana están enojados porque la nominación a mejor película despreció al filme más importante del año, Spider-Man: sin camino a casa, entonces esta categoría podría hacerle un espacio.

La visión de la Academia era populista, pero la realidad es que se trata de un nicho: el certamen ha estallado en una guerra territorial en internet entre ejércitos de fanáticos que votan por las películas más rápidamente olvidadas del año. Si le das un vistazo a la etiqueta #OscarsFanFavorite, encontrarás un grupo de seguidores de Johnny Depp votando una y otra vez por Minamata, un drama poco visto, mientras que los seguidores del director Zack Snyder —recién salidos de una exitosa campaña de presión #ReleaseTheSnyderCut para que se publique la versión de Snyder de su película Liga de la Justicia— intentan llenar las urnas con El ejército de los muertos, la floja película de Snyder para Netflix.

Ambas candidaturas podrían no estar a la altura del inesperado ejército de admiradores de la cantante de pop Camila Cabello, cuyos devotos han lanzado una candidatura #OscarsFanFavorite para impulsar Cenicienta, su musical de Amazon, una película más conocida por el video de su promoción en el que el coprotagonista de Cabello, James Corden, “perreaba” como un demonio de parálisis del sueño en medio de una calle de Los Ángeles. (“Digno de aclamación” no es exactamente como lo describiría).

Los Oscar ya han recorrido este peligroso camino en una ocasión, cuando los planes de sumar un premio al cine popular en 2018 se volvieron controversiales y se descartaron rápidamente. Pero la presencia de películas más grandes no siempre significa mayor audiencia.

El francotirador fue la película más taquillera de 2014, pero su inclusión en la lista de mejores películas apenas atrajo más espectadores: de hecho, esa retransmisión bajó en los índices de audiencia respecto al año anterior, cuando Doce años de esclavitud ganó el Oscar más importante. Y aunque los Emmy nominan habitualmente a series tremendamente exitosas como WandaVision y The Mandalorian, y el Emmy al mejor drama fue para la gigantesca Juego de Tronos en cuatro ocasiones, los Oscar siguen teniendo más audiencia.

¿Por qué? Porque la sensibilidad enrarecida de los Oscar realmente significa algo, y ese brillo dorado aspiracional no debería diluirse; de hecho, es la única razón por la que la gente presta atención.

Si la Academia y su socio de transmisión, ABC, se preocuparan menos por las películas nominadas y más por hacer el espectáculo entretenido, estarían en algo: una razón clave por la que los Oscar de Doce años de esclavitud superaron a los de El francotirador es que la primera fue presentada por una Ellen DeGeneres que se tomaba selfis en un momento en que su programa de entrevistas estaba en el pico de su fama.

Y hablando del tema…

Las tres anfitrionas

En primer lugar, después de tres años sin un maestro de ceremonias, quiero aplaudir a la Academia por contratar anfitrionas. Schumer, Hall y Sykes son totalmente capaces, y cualquier cosa que ponga a la tremenda Hall frente a más votantes de los Oscar es algo bueno, ya que ha estado haciendo un trabajo digno de premio en películas como Apoya a las chicas y la próxima Honk for Jesus, Save Your Soul.

Los presentadores de los Oscar ayudan a dar una identidad a la retransmisión, y a menudo son responsables del tipo de momentos dignos de mención que este tipo de espectáculo necesita urgentemente. En el mejor de los casos, pueden incluso proporcionar un aumento de la audiencia: cuando se hace una buena contratación, los espectadores sintonizan el programa solo para ver qué va a decir o hacer el presentador.

Pero me pregunto si la Academia ha errado el tiro. Este trío parece una alineación importada de 2015 —cuando Schumer todavía estaba en la cima del éxito de popularidad con su comedia Esta chica es un desastre— en lugar de una selección con alguna relación significativa con el año 2022. Y las tres mujeres fueron anunciadas muy tarde: apenas unos días antes de su presentación, el 15 de febrero, la Academia todavía estaba en negociaciones para añadir a Jon Hamm como cuarto presentador.

Si los Oscar realmente quieren presentadores que animen a la gente a sintonizarlos, deberían empezar a fijarlos con un año de antelación, ya que grandes estrellas como Dwayne Johnson y Ryan Reynolds necesitan ese tiempo para empezar a despejar sus agendas. En cambio, la Academia suele empezar a buscar después de contratar a un productor, y el de este año, Will Packer, no fue anunciado hasta octubre. Eso es demasiado tarde para empezar a contratar a las estrellas.

Y si ABC está tan decidida a dar a las superproducciones de cómics una presencia considerable en el programa, ¿no puede trabajar con su socio corporativo de Disney, Marvel Studios, para animar a algunos de esos superhéroes a ser anfitriones? Imagina a Tom Holland y Zendaya vestidos de punta en blanco, a Paul Rudd y Simu Liu intercambiando ocurrencias, o la emoción que se produciría si Robert Downey Jr. se hiciera cargo de los Oscar para un gran estallido post-Marvel. Si consigues a una de estas estrellas con la suficiente antelación —por ejemplo, antes de que se estrene su próxima película de superhéroes—, los tendrás haciendo publicidad gratuita para los Oscar durante todo un año.

La retransmisión recortada

El martes por la tarde, el presidente de la Academia, David Rubin, envió una carta a los miembros anunciando que ocho de los premios de este año no se presentarán en directo en la retransmisión. En su lugar, los ganadores de esas categorías aceptarán sus estatuillas dentro del teatro Dolby una hora antes de que comience el espectáculo, y esas victorias serán condensadas y editadas en la emisión principal.

¿Significa esto que los espectadores que sigan la gala a través de Twitter les van a aguar la fiesta porque sabrán los resultados con mucha antelación? Parece ser que sí. ¿Tendrán los ganadores que pronunciar sus discursos ante un teatro Dolby medio lleno, ya que las grandes estrellas seguirán en la alfombra roja? Eso parece.

Tres de las categorías editadas por cuestiones de tiempo son los premios a los cortometrajes, y entiendo el impulso de prescindir rápidamente de ellos; de hecho, ya he defendido que deberían eliminarse por completo de la noche, porque la ceremonia debería dedicarse a los largometrajes. Pero las otras cinco categorías que se han eliminado son las de diseño de producción, banda sonora, edición, maquillaje y peinado, y sonido, todas ellas esenciales para el arte del cine. Además, estas categorías tienden a premiar a los grandes éxitos de taquilla que los Oscar pretenden que aparezcan más en la retransmisión.

Rubin sostiene que los espectadores apenas notarán este cambio “impecable”, pero Twitter ya está en plena revuelta, y el público joven y conocedor de las redes sociales que el espectáculo busca cortejar tendrá la impresión de que el programa se está disculpando por adelantado, como hacen los Oscar con demasiada frecuencia. ¿Vale realmente la pena todo este alboroto en pos de unos pocos minutos recortados, cuando el Super Bowl convierte habitualmente su inmensidad en parte del atractivo? ¿No amenaza esto con enemistar a la gente a la que realmente le gusta ver cómo se reparten los Oscar, en lugar de atraer a espectadores que no iban a verlos de todos modos?

El cambio puede ser algo bueno, pero los Oscar están tan desesperados por transformarse para gustar que hasta Cassie de Euphoria palidecería. Entiendo el deseo de un paciente tan venerable de pasar por el bisturí. Pero, ¿no es el objetivo de toda buena cirugía plástica seguir pareciendo uno mismo al final?

(*) Kyle Buchanan es un reportero de cultura pop que reside en Los Ángeles y escribe la columna The Projectionist. Anteriormente fue editor sénior en Vulture, el sitio web de entretenimiento de la New York Magazine, donde cubría la industria del cine. @kylebuchanan