El presidente Barack Obama ha instado a los votantes tradicionales del Partido Demócrata a movilizarse para evitar una victoria del Partido Republicano.
“Votad, votad, votad”, dijo Obama ante unas 5.000 personas congregadas el domingo en el pabellón de baloncesto de la Temple University, en Filadelfia (Pensilvania). Mientras que, en las elecciones presidenciales, la participación ronda el 60%, en las llamadas ‘midterms’ —las elecciones de medio mandato— es inferior al 40%.
“En Ucrania acaban de tener una elección y la participación ha sido del 60%”, dijo el presidente. “No hay excusa para que renunciemos a nuestro poder”.
Era el último mitin previsto en una campaña en la que el presidente de EE UU apenas ha participado. Ya no habrá más mítines hasta las presidenciales de 2016, en las que se elegirá a su sucesor, y está por ver qué papel tendrá entonces. Ahora pocos candidatos de su partido —el demócrata— en las elecciones al Congreso y al cargo de gobernador le han requerido.
La obamamanía queda lejos: Obama es impopular y sus correligionarios prefieren mantenerse alejados de él. Una excepción es Tom Wolf, candidato a gobernador de Pensilvania, que le invitó al mitin de Filadelfia, el tercero y último en una breve gira que le ha llevado a Michigan y Connecticut.
Los sondeos pronostican que en las elecciones el Partido Republicano ampliará su actual mayoría en la Cámara de Representantes y logrará la mayoría en el Senado, controlado por el Partido Demócrata. Si se cumplen el pronóstico, la parálisis legislativa que ha dominado Washington en los últimos años puede agravarse.
El mensaje de Obama en el mitin de Tom Wolf era local: pretendía que los asistentes —muchos estudiantes y negros— votase por Wolf. Pero también era un mensaje nacional.
El problema del Partido Demócrata en las elecciones legislativas más recientes ha sido la desmovilización de su electorado: la amplia coalición de latinos, afroamericanos y jóvenes que impulsó a Obama a la Casa Blanca en 2008 y que en 2012 le permitió renovar el mandato con comodidad.
La maquinaria electoral de Obama arrastró a las urnas a estos votantes en las elecciones presidenciales. En cambio, no lo consiguió en las legislativas de 2010 y será difícil que lo consiga ahora: a la escasa motivación por la dispersión de elecciones se añade la desafección hacia el presidente, incluso entre su clientela más fiel.
Los demócratas acusan a los republicanos de desincentivar el voto de las minorías con leyes estatales que restringen los días de voto anticipado o exigen una identificación con foto de la que carecen algunas personas con ingresos bajos. Los republicanos alegan que medidas como esta última sirven para evitar los fraudes.
Las multitudes a las que Obama arrastraba hace unos años son historia. El mitin de Filadelfia sólo ocupó la mitad del pabellón de la Temple University. Había zonas vacías en las gradas y en la pista, frente al podio donde el presidente habló.
Pero quienes acudieron a verle estaban entregados. “Creo que es un gran presidente”, dijo Paul Walton, que vino con su padre, un veterano de la Segunda Guerra Mundial de 95 años. Sobre el rechazo de los candidatos demócratas a aparecer junto al presidente, opinó: “Es una pena. Les ayudaría”.
“Estoy aquí porque me encanta el presidente Obama”, dijo Marci Dosovitz, profesora de música en Pensilvania. “Creo que es un gran presidente”.
Dosovitz no está segura de que, si la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, posible candidata a la Casa Blanca, sucediese a Obama, tuviese más suerte con la oposición republicana. “A los hombres blancos del Senado no les gustan los hombres negros ni las mujeres blancas”, dijo.
“Aunque el presidente tiene sus críticos y se puede argumentar que se pudo haber hecho más en los últimos seis años, todavía se le tiene aprecio”, dijo el portorriqueño Pedro Cortés, que fue secretario de Estado en Pensilvania entre 2003 y 2010 y asisitió al mitin. “Los ideales del presidente de apoyar a las personas trabajadoras y mantener los derechos de acceso a la cobertura sanitaria tienen una importancia grandísima entre la comunidad latina”.
En el discurso Obama reivindicó sus logros económicos y repitió los argumentos de la campaña demócrata sobre la igualdad salarial y los derechos reproductivos de las mujeres. Pero el mensaje central fue contra la apatía de los jóvenes y el desencanto con la política, el “cinismo que a veces se hace por sabiduría”.
“El cinismo no llevó al hombre a la Luna. El cinismo jamás creó una empresa ni curó una enfermedad ni desarrolló el cerebro de un joven”, dijo. “El cinismo es una elección. Y la esperanza es una elección mejor. La esperanza es lo que dio a los jóvenes la valentía para manifestarse por los derechos civiles y el derecho de voto, por los derechos de los trabajadores, y los derechos de las mujeres, y los derechos de los inmigrantes, y los derechos de los gays”.
Sí, es posible que cada vez menos políticos demócratas quieran identificarse con Obama en esta campaña, y nadie sabe cómo podrá gobernar en los dos años que le quedan en la Casa Blanca si los republicanos conquistan el Senado.
Pero bajo los focos Obama sigue en forma: cuando se sube a un podio y habla a su público, aunque el público no llene la sala, parece liberado.