EL RADICALISMO Y SU ETERNO TIRO EN LOS PIES

Dos veces la sociedad «le perdonó» el fracaso estrepitoso de sus gobiernos. Dos veces los argentinos volvieron a creer que el internismo enfermizo había quedado atrás. ¿Hasta cuándo?.

 

La UCR suele definirse como el partido más democrático de la Argentina. Y algo ocurrió para que la sociedad terminase por aceptar esa definición a pesar de la ostensible participación de los radicales en el derrocamiento de Perón, en la proscripción que a su partido le cupo durante casi dos décadas y aún en la caída de dos de sus propios mandatarios: Raúl Alfonsín recibió constante «fuego amigo» de quienes desde adentro pretendían que el centenario partido se convirtiese en el representante de aquella ola neoconservadora que se imponía en el mundo y Fernando de la Rúa vio, con patética sorpresa, como los boinas blancas le «sacaban el banquito» en la que fue su hora más dramática.

Pero no hace falta echar mano a ejemplos tan recordados por los argentinos. ¿No fue la caída de Elio Aprile un drama lugareño en el que los propios tuvieron mucho más que ver que los ajenos?. Solo hace falta ejercitar un poco la memoria…

Cada vez que los radicales ganan…se prueban las pilchas que van a dejar.

Pero esta vez, de la mano de un saltimbanqui de la política como es Martín Lousteau, acompañado por algunos que apuestan a su aventura tratando de acortar caminos propios, los límites se han superado largamente. El ex ministro kirchnerista, ex protegido de Elisa Carrió, ex embajador de Mauricio Macri y ex figura de la farándula de la mano de sus tórridas escenas en el interior de un automóvil con una embarazadísima Juanita Viale, parece dispuesto a llevarse al infierno a un partido al que jura pertenecer pero poco hace para demostrarlo.

Desde el triunfo de noviembre, momento que parecía marcar la resurrección definitiva del radicalismo y ponerlo en condiciones de liderar primero la coalición y luego ir por el poder, el niño terrible de la política argentina no ha hecho otra cosa que dividir -lo que en esta actividad significa hacerlo con las chances de poder- escandalizar y mostrar un partido en estado de histeria, atropellado por pelear espacios por el momento inexistentes y mostrando a la sociedad aquella misma cara que la sumió en los desastres de la salida de dos ex presidentes que dejaron tras de si tierra arrasada.

Cuidado…creer que el perdón es olvido es no entender como funciona la mente humana. Y si en alguna actividad ello es suicida, en política es un camino sin retorno al infierno que se cree dejar atrás.

La UCR había comenzado a mostrar rostros capaces de entusiasmar a una sociedad sin entusiasmo. Maxi Abad, Facundo Manes y hasta Gerardo Morales parecían encarnar una nueva versión, moderna y ajustada, del viejo tronco que siempre terminaba hecho astilla. Pero apareció Lousteau, con su hacha afilada con la piedra de los escándalos y las apetencias personales, y convirtió en astilla lo que ya se había logrado construir.

El árbol sigue en pie…pero deberá quedar libre de parásitos.

Por ahora…¡¡¡calma, radicales!!!