Si formáramos un camino con los 2.430 millones de billetes de $ 100 impresos en estos casi 12 años tendríamos una traza de 380.000 kilómetros, la distancia a la Luna. Sería posible a su vez a dar casi 10 vueltas al globo terráqueo. Y construir una torre equivalente a 45 Aconcaguas
En la Argentina, la relación entre la cantidad de billetes que circulan en la economía y la inflación es un tema de eterno debate. Aunque hay corrientes del pensamiento económico que dan por probada esta correlación, muchos discuten aún si el primer factor es la causa del segundo.
Las personas comunes no terminan de entender cómo empieza este círculo vicioso, pero tienen en claro que conviven con él. Si desde 2007 la tasa de inflación está cómodamente instalada por encima de los dos dígitos (hasta que la devaluación del primer trimestre de 2014 subió ese piso hasta 35% anual), solo saben que la economía se ajusta a esa realidad. Las paritarias han logrado que en estos años algunos salarios se dupliquen o hasta tripliquen en términos nominales, logrando que las billeteras se llenen más rápido pero también que se vacíen más rápido.
Sin pretender buscar evidencias para discutir la Teoría Cuantitativa del Dinero, un grupo de economistas empezó a hacer cuentas con la base de datos del Banco Central para obtener algunas evidencias físicas que le dieran una dimensión real a esta discusión.
El primer número que delimitaron es la cantidad de billetes de 100 pesos que circulaba en la economía en el 2003 (en el arranque de la gestión de Néstor Kirchner) y su variación en los años siguientes, hasta obtener el acumulado al 2014. Luego midieron su magnitud en centímetros (6,5 de alto por 15,5 de ancho) y se preguntaron: si pusiéramos uno al lado de otro ¿qué obtendríamos? El resultado -puesto en conocimiento de este diario- es, de alguna manera, escalofriante.
Si formáramos un camino con los 2430 millones de billetes de $ 100 impresos en este período (casi doce años) tendríamos una traza de 380.000 kilómetros, equivalente a la distancia entre la Tierra y la Luna. Esa distancia equivale también a dar casi 10 vueltas (9,5 para ser más precisos) al globo terráqueo.
Si los pusiéramos uno arriba del otro (una pila de 1000 billetes tiene 13 centímetros de altura) se podría construir una torre de 316 kilómetros de altura, equivalente a 45 Aconcaguas, la montaña más alta de Argentina.
Para no generar un cálculo abstracto, buscaron un punto de comparación. Acudieron a las estadísticas de la Reserva Federal de los Estados Unidos, y buscaron la cantidad de billetes de 100 dólares que circulaban en 2003 y en el presente. La comparación (incluida en la infografía que ilustra esta nota) muestra que en el primero de esos años la proporción entre billetes argentinos y estadounidenses era de apenas 4%, y que en el 2014 había trepado a 25%!
La correlación entre ambas monedas no favorece a la Argentina. Según un cálculo que difundió el economista Federico Muñoz, entre 1985 y 2010 (período que incluye dos hiperinflaciones) el billete de mayor denominación que tuvo el país equivalía, en promedio, a u$s 85. Hoy con un billete de $ 100 se obtienen menos de u$s 7 en el mercado informal y casi u$s 12 en el oficial.
Más allá del debate sobre el efecto inflacionario de semejante nivel de emisión de pesos, en el ámbito doméstico también se discute sobre las distorsiones prácticas que esta situación genera en la vida cotidiana. Para empezar, las operaciones inmobiliarias en pesos se vuelven casi impracticables por la cantidad de billetes que obligan a mover (un efecto colateral que refuerza la presencia del dólar como moneda de referencia). Hasta retirar el sueldo de un cajero automático se vuelve una odisea, porque los cajeros en general no entregan más de 20 unidades por extracción. Todo esto sin contar con el hecho de que si todos intentan hacer lo mismo, en los primeros días del mes no hay red Banelco ni Link que resistan.
Para los bancos también es un incordio. Porque en este presente de tasas reguladas y créditos subsidiados (que implica una limitación a uno de sus ingresos), el costo que representa mover el efectivo no deja de crecer. Las compañías de caudales cobran por unidad (billete) transportada, y sólo con ver la curva de emisión de billetes de $ 100 es fácil descubrir que esa erogación crece año tras año, al igual que la tarifa del servicio, que se ajusta por la inflación.
Con este contexto, la bancarización -que debería ser alentada por el Banco Central- se vuelve un factor contraproducente, porque perjudica a las entidades que abren más sucursales en el interior, lejos de donde se imprimen los billetes.
Si la tecnología lo permitiera, el camino de pesos para llegar a la Luna podría hacerse. La materia prima alcanza. Pero si en el final del camino hubiera un cajero automático, sería económicamente inviable tanto llenarlo como usarlo.