Entender que cuando matan a un policía matan a uno de nosotros

Por Adrián FreijoSiguen muriendo policías, siguen cayendo de a uno hasta conformar una lista tan larga como dolorosa. ¿Puede seguir la sociedad indiferente por prejuicios o temores?.

Alarma la cantidad de agentes de policía -de todas las jurisdicciones y categorías- que pierden la vida diariamente en cumplimiento de su deber o tan solo por ser identificados como tales aún estando fuera de servicio.

¿Cuántos efectivos son atacados mientras esperar un colectivo, con su uniforme puesto para ahorrarse el pasaje en el mismo?, ¿tienen instalaciones adecuadas para cambiarse y poder volver a su casa de civil, achicando el riesgo de un ataque?. No olvidemos que mientras el delincuente identifica desde lejos a un policía por su ropa, este toma nota del malviviente cuando ya ha sido víctima de su ataque.

Las crónicas nos cuentan permanentemente de estas situaciones, tantas veces jalonadas por una crueldad y saña imposible siquiera de describir, mientras la sociedad se mantiene al margen y no es capaz de demostrar ante ello la misma enjundia movilizadora que aparece cuando se trata de temas que «la afecten directamente». Como si este no lo fuese….

Pareciera llegado el tiempo de dejar atrás aquellos prejuicios, nacidos con el retorno de la democracia, que nos llevaron a dirigir una mirada de sospecha sobre la institución policial. El triste papel de ariete represor que le tocó protagonizar durante décadas de inestabilidad institucional, potenciado en la última etapa dictatorial con hechos y actitudes propios de los más salvajes regímenes totalitarios que recuerde la historia, pertenecen a un pasado -negro y ominoso- pero pasado al fin, y sin vueltas.

Ya no quedan en sus filas representantes de aquella época negra , ni estudian en sus institutos jóvenes que estén siendo preparados para acompañar una política de represión. El paso del tiempo y la decisión política de cambiar el perfil de la fuerza, específicamente La Bonaerense -más la modernización de las instituciones y la consiguiente profesionalización del personal- terminó por hacer un trabajo de selección que permite hoy analizarlo con una mirada distinta que debe ser acompañada por actitudes sociales.

Es verdad que siempre habrá bolsones de corrupción, que se hacen más notorios en este tipo de organizaciones que conviven con el delito día a día. Pero no es menos cierto que en paralelo se multiplican las sanciones, las exoneraciones y en muchos casos las condenas penales. Y aunque no pocas veces pueda observarse una vara que no siempre tiene el mismo largo y que ayuda a repetir demasiadas veces aquello de que «el hilo se corta siempre por lo más fino», es notorio que hoy rige un principio de control mucho más rígido y que desde la propia policía crece una fuerza endógena empujada por miles de efectivos que ya no aceptan que el desvío de unos pocos salpique el prestigio del conjunto.

Así las cosas, es necesario que la sociedad elija...y actúe en consecuencia.

En medio de una realidad plena de confusiones, en la que cuesta mucho creer en dirigentes y promesas, con una justicia que actúa acicateada por el poder de turno, pensando siempre en mantener los beneficios propios antes que velar por el cumplimiento de las leyes, y con una marginalidad creciente que ha sido tomada por el delito y el narcotráfico intentando la construcción de un inmenso y poderoso ejército del delito, volver la mirada común sobre la policía, sostenerla y apoyarla, acompañarla en su tarea pero también hacerle sentir el apoyo de los ciudadanos, aparece como la única manera inteligente de volver a institucionalizar la realidad argentina y colocarnos, de una vez por todas, en el sendero de la comunidad organizada que nunca debimos abandonar.

Basta de «comprar pasado», terminemos con los prejuicios que solo han servido para alejarnos de la institución que tiene la función primaria de cuidarnos; entendamos que esta situación solo beneficia a los corruptos y a los delincuentes.

Cuando matan a un policía están matando a uno de nosotros, y así debemos entenderlo.

Si es verdad que queremos transitar un nuevo tiempo hay saber que no podremos hacerlo sin contar con la tarea rectora de la policía cuando de proteger a la sociedad se trata.

¿Lo demás?…es cartón pintado del ideologismo berreta, una vez más…..