La investigación de la muerte de Alberto Nisman se ha convertido ya en una carrera de inducciones, sugerencias, sospechas, operaciones mediáticas y mentiras.
La verdad se ha ido alejando del centro de la escena y es posible sospechar que cada vez se alejará más.
Salen a la luz muchas actitudes culposas y en su torpeza o mala intención terminan por ayudar a que la culpa se mantenga en las sombras. Y lo que los argentinos necesitamos saber es quien ha sido el culpable de la muerte del fiscal y no quienes sienten el peso de no haber hecho bien las cosas.
Lo peor que puede hacerse en estos casos es tratar de gritar un «yo no fuí» que sólo la justicia debería poder merituar. pero ocurre que en nuestro país la justicia no cuenta con la confianza de la gente y además muestra a cada paso una alarmante incapacidad para avanzar en la búsqueda de la verdad.
En un escenario de irresponsables y perversos el gobierno, en la figura de su primera magistratura, actúa con la maledicencia de una chusma de barrio, deslizando como al pasar las teorías más insólitas y descabelladas.
Y la gente, siempre un paso adelante en la percepción pero muchos atrás en la posibilidad de comprobarla, comienza a confundirse, dudar y perder interés en algo que ya percibe ajeno: la verdad.
Seguramente no va a ser el caso que destruya la república. Eso sería imposible…porque la república ya está destruida.