ERA UNA CALABAZA

Como en La Cenicienta, la magia se acabó. Ni nuevo país, ni eficiencia, ni equipo, ni plan, ni ayuda mundial, ni nada. Argentina despertó una vez más del sueño y … colorín, colorado.

Una a una todas las ficciones fueron cayendo; y ahora solo queda soportar a los fanáticos de un lado y del otro berreando que «yo te lo avisé» o «nos quieren desestabilizar», de acuerdo al costado de la grieta en que se ubiquen. Mientras plantean el falso dilema de la defensa de la democracia, en un país que desde 1983 y hasta la fecha solo supo consagrar el reino de la kakistocracia (el gobierno de los peores) que a falta de una sociedad con inteligencia y base moral para rebelarse terminó siendo una muy estable oclocracia.

¿Qué es esto?, tan sencillo como triste: una vez que el concepto de pueblo, manoseado hasta la saciedad, cambia su significado y pasa a significar e identificarse con la masa -y esta se caracteriza por tener una voluntad llena de vicios, incoherencias e irracionalidad que se hermana con las falsas creencias, los personalismos demagógicos y el desprecio por el espacio común, ocurre que en ese mismo instante la democracia deja de serlo para convertirse en oclocracia.

Nos pasó con el populismo que disfrazó su accionar de gesta y de épica y nos pasa ahora con un gobierno que hipnotizó a gran parte de la sociedad con aquello de la eficiencia y la modernidad y ha comenzado a sucumbir de la mano de su propia debilidad de gestión.

Aquella inflación que en boca del presidente en campaña «no era un problema», estalló en su cara frente a la inexistencia de medidas coherentes para combatirla; el dólar que abandonó el cepo sin pena ni gloria, se quedó esperando que desde el Banco Central y el área económica se recordase que, aún expertos como somos en sus vaivenes, se trata de una moneda extranjera cuyo país emisor puede resolver, como lo hizo, revaluarla frente a las demás divisas; la generación de trabajo de calidad mutó en una explosión del empleo público, el aumento de casi un millón de planes sociales y la consagración del fraude laboral como extorsión del capital frente al trabajo: si no firman por menos horas de las que realmente laboran, se quedan afuera; y la fiesta de endeudamiento interno del kirchnerismo trocó en otro festín de toma de crédito externo, hasta el punto de saturar los mercados internacionales de bonos argentinos sin que ese ingreso de divisas haya servido para mejorar infraestructura, invertir en producción o consolidar reservas de buena calidad.

Y ante el primer cimbronazo internacional todo voló por los aires. El dólar subió $12 en apenas tres meses, la tasa de interés se instaló en un insólito 40% -el mundo está asustado porque la FED la llevó al 6%- se esfumaron U$S 12.000 millones de divisas y lo que es más triste la descontada ayuda internacional se convirtió en un entusiasta empujón para depositarnos en los brazos del FMI.

Y ahora sabemos que nos entregará al cumplimiento de semejante compromiso desde el lugar de Economía Emergente. pese a las versiones en contrario, surgidas de la lógica impuesta por la crisis reciente, el país volverá a ser considerado como tal, abandonando el doloroso rótulo de Economía de Frontera al que había sido condenado hace casi una década.

La Argentina había sido separada del índice de los mercados emergentes de Morgan Stanley -la antecesora de MSCI, la actual calificadora- en febrero de 2009 e inscripta en la lista de economías de frontera. En 2014, incluso, cuando el declive de la economía del kirchnerismo ya se había convertido en irreversible, se anunció que la Argentina sería borrada de esa categoría subalterna y dejaría de ser calificada.

¿Sabía esto el FMI al momento de comprometer la ayuda de U$S 50.000 millones cuyo primer tramo desembolsará el jueves?…por supuesto que si. Sin embargo comenzó a trascender por estas horas que la cosa no está tan aceitada y que no son pocos los bancos integrantes del Fondo que exigen mayores controles y ajustes para liberar, por fin, el flujo de fondos hacia nuestro país.

Y lo que debería ser una buena noticia -acceso a mercados de mejor calidad y menor tasa- apunta a convertirse en pesadilla por las exigencias citadas que terminarán generando un mayor ajuste en las cuentas públicas y tarifas. 

Lo más insólito es que todo esto podía verlo un estudiante de economía de primer año. Todos, menos Macri y sus colaboradores.

Lo cierto es que Cristina por negar la realidad y el actual presidente por no poder verla, pusieron al país a la exacta medianoche del mágico cuento que en la versión de los hermanos Grimm ganó el corazón de varias generaciones de niños. Y la carroza volvió a ser calabaza, el vestido con hilos de oro harapos y lo peor es que no aparece ni príncipe ni zapatito para dar un final feliz al cuento.

Y en el medio…nosotros. Paseando por el mundo nuestras miserias, buscando un culpable y un pretexto para todo y apretados entre los que nos decían que todo era fácil y los que nos gritan que tenemos que aceptar cualquier sacrificio.

Cuatro generaciones de argentinos quemadas en el altar de los perversos o en el los inútiles. ¿No será ya demasiado?.