¿Es Kicillof heredero de la leyenda negra del gobernador Carlos Aloé?

Por Adrián FreijoLas constantes patinadas dialécticas y conceptuales del gobernador traen al centro de la escena el recuerdo de aquel antecesor sobre quien se tejió una leyenda negra de incultura.

 

Carlos Aloé, un mayor del Ejército que había estado al frente de ALEA, la cadena oficialista de medios, que incluía siete diarios de la ciudad de Buenos Aires, la editorial Haynes con todas sus revistas, dos radios en la capital, 14 en el interior y sesenta y tres diarios en las provincias, fue designado gobernador de la provincia de Buenos Aires por Juan Domingo Perón tras la conclusión del brillante mandato de Domingo Mercante al frente del principal estado nacional.

Su estilo político representaba el verticalismo, el servilismo y el culto a la personalidad que comenzó a convertirse en constante durante esa etapa del gobierno peronista, a diferencia del sesgo tolerante y sin autoritarismo que distinguió a Mercante.

Alóe no era un hombre inculto ni mucho menos. Quien esto escribe tuvo ocasión de visitarlo en 1974 en su departamento porteño de la Avda. Callao en el que pasaba parte de su tiempo cuando no estaba en su campo cercano a la localidad de Rojas y allí tuvo la oportunidad de conocer su interesante biblioteca y conversar sobre varias obras de su autoría que, con el sello inconfundible del revisionismo histórico alumbrado por José María Rosa, expresaban su preocupación por temas centrales del debate de aquellos años. «De Calfucurá a Yrigoyen» y «Grandeza y decadencia del federalismo argentino (1963)» fueron tal vez los más conocidos.

Sin embargo sobre él se descargó la más potente y cruel campaña de desprestigio de la que tengamos memoria. Los chistes sobre su supuesta torpeza e incultura fueron equiparables, no lo dude el lector, a los que hoy son los de gallegos y no había reunión social o encuentro de amigos en los que no  corriesen como reguero las más crueles afirmaciones  sobre  todo tipo de muestras de su bestialidad. De hecho llegó a inventarse una bibliografía supuestamente de su autoría que reconocía los títulos «Como pienso», en clara alusión al pasto, y «Mis Afanes», lo que no necesita explicación alguna.

Por eso en estos días comienza a recordarse su figura, cuando de las patinadas dialécticas y conceptuales del gobernador Axel Kicillof se trata.

Sus «bonaerenses y bonaerensas», sus «haiga» o la reciente «varones del conurbano»(en vez de barones, esa expresión de dominación territorial que ha caracterizado a los caudillos peronistas), hablan a las claras de un personaje atolondrado, torpe y preocupado por agradar a su mandante y aparecer como cercano a la gente que seguramente deberá reflexionar un poco más antes de abrir la boca y emitir sonidos tan discordantes.

Como Alóe, el actual gobernador no es bruto o inculto. Pero así como el servilismo de aquel hombre lo empujó al infierno del escarnio en forma de humor popular, Kicillof deberá comenzar a pensar que mientras aparezca como impenitente cultor de un populismo que no siente y busque rocamblescas explicaciones aún a lo inexplicable, correrá el mismo riesgo de su antecesor. La sociedad suele ser muy cruel cuando percibe que los hombres públicos miran la realidad a través del cristal de la sumisión ciega a un líder y se obligan todo el tiempo a emitir juicios de valor, presuntas ideas y grandilocuentes afirmaciones cuando lo aconsejable es el silencio y la prudencia.

Tal vez así…«haiga» menos ocasiones de meter la pata.