ESA NOCHE DE OCTUBRE

Todo era entusiasmo, todo era esperanza y también algo de miedo por las acechanzas que amenazaban el nuevo tiempo. Pero aquel 30 de octubre sentimos que la democracia era posible.

Los datos comenzaron a llegar a través de los primitivos medios que entonces existían. Y la sorpresa se dibujaba en la cara y en las palabras de los conductores de radio y televisión que no daban crédito a lo que ellos anunciaban: había perdido, por primera vez en su historia, el todopoderosos peronismo.

Y lo había hecho en manos de un hombre del interior de la provincia de Buenos Aires, tan solo conocido hasta entonces por haber arrasado en la interna partidaria a Fernando de la Rúa y a todo el apoyo que «Chupete» tenía de la vieja estructura balbinista. Una sorpresa que sacudió a la UCR y a los analistas.

Raúl Alfonsín, que de él se trataba, había impactado durante la campaña con una oratoria fenomenal, emotiva y sobre todo pregonera de un tiempo distinto, abierto y pleno de libertades, que se contraponía al pactismo peronista que hizo la campaña bajo el absurdo lema del «aquí no ha pasado nada».

Rápido de reflejos el futuro presidente le puso nombre a semejante claudicación: «pacto militar-sindical» lo llamó, clavando su bandera en el corazón de los argentinos hartos de las corporaciones y la violencia pre y post 1976.

Todas esas imágenes y mensajes daban vuelta por la cabeza de los argentinos cuando esa noche, conocido ya el triunfo radical, salió a las calles a festejar sin importar cual había sido el destino de su voto. Todos querían que Argentina fuese por fin una república y todos querían que la violencia irracional quedase atrás para siempre. Y por primera vez en décadas, ese día parecía que ello sería posible.

¿Lo logramos?, no…¿lo lograremos?, posiblemente si…¿fue un tiempo perdido?…NO…DE NINGUNA MANERA…HABER VIVIDO AQUELLA NOCHE JUSTIFICA CUALQUIER PRECIO QUE LUEGO HAYAMOS PAGADO.

No dude que eso dirá una historia que tal vez nosotros no veamos.