¿Estamos ya en la Tercera Guerra Mundial?

(Escribe Rosendo Fraga) Semanas atrás el Papa sostuvo que ya se estaba viviendo una Guerra Mundial. Serán los historiadores lo que en el futuro determinarán si esto es así, pero quizás Francisco ha dicho algo que muchos piensan, pero temen decir

La realidad es que el mundo vive el conflicto bélico global más extendido en términos geográficos desde la Segunda Guerra Mundial. Durante la “Guerra Fría”, las guerras de Corea y Vietnam tuvieron como ámbito de desarrollo una nación (la primera sigue dividida y la segunda se reunificó). En la “Posguerra fría”, las dos guerras de Irak y la de Afganistán fueron conflictos bélicos que también tuvieron como ámbito de desarrollo un estado nación (lo mismo sucedió con la guerra soviética en Afganistán). Pero ahora las acciones bélicas se realizan en varios países al mismo tiempo. Acciones en función del conflicto precipitado por el Estado Islámico (EI), si bien tienen como ámbito central Medio Oriente, se están extendiendo al resto del Asia. En Afganistán y Pakistán, movimientos islamitas extremistas vinculados a Al Qaeda han declarado su adhesión al EI y está sucediendo lo mismo con los que actúan en India, Indonesia y Filipinas. En África, tanto Al Qaeda en el Magreb como Boko Haram en Nigeria, están adhiriendo no sólo al EI, sino adoptando su forma política de declarar la constitución de “califatos” -que pretenden ser estados nacionales- y adoptando su metodología, como la decapitación de rehenes y prisioneros transmitida por las redes sociales. En el Cáucaso los extremistas islámicos han retomado la ofensiva en Chechenia con atentado suicidas contra agentes rusos. Pero que ciudadanos de EE.UU., Canadá y la UE estén integrando el extremismo islámico plantea la posibilidad de que acciones terroristas en sus territorio sean realizados por sus propios ciudadanos.

Esta globalización del conflicto se da al mismo tiempo que se concretan los peores escenarios previstos meses atrás. La regionalización de la guerra Siria, tan temida, hoy es un hecho. El EI la ha unificado con el conflicto entre sunnitas y chiítas que se desarrollaba en Irak y el Califato que ha creado comprende territorios de ambos países. Se combate en el Líbano, donde Irán está suministrando armas al gobierno, que enfrenta acciones terroristas de milicias conectadas con el EI. Los refugiados sirios desbordan hacia Jordania, complicando a este país en el conflicto, y los kurdos que huyen a Turquía por el avance del EI en el norte de Siria involucran a dicho país. El parlamento turco ha autorizado acciones de combate contra el EI, cuya bandera flamea en la ciudad siria de Kobe sobre la frontera turca. La cuestión es que Turquía integra la OTAN, con lo cual el conflicto pasa a involucrar a esta alianza militar, comprometida a defender a los países que la integren y sean atacados. Al mismo tiempo, milicias islamitas combaten en el Golán -sobre la frontera de Israel- contra fuerzas de seguridad egipcias por un lado y el ejército sirio por otro, derribando la semana pasada los israelíes un avión de combate de este país. El escenario de la guerra desatada por el EI se desarrolla en forma directa desde Turquía hasta Israel, dos países claves en las alianzas militares de occidente. Al mismo tiempo que en Libia, las milicias islamitas conectadas al EI dominan la capital, el principal aeropuerto y se está concretando el temido “Afganistán frente a las costas de Europa”, que justificó la intervención militar occidental para derrocar a Khadafy.

Al mismo tiempo, la coalición de cuarenta países liderada por EE.UU. ha entrado en combate contra el EI en Siria e Irak, pero sin misiones claras y sin un marco institucional definido. EE.UU. sigue teniendo el 40% del gasto militar mundial y el 60% del gasto en inteligencia, pero esta situación le resulta insostenible en el largo plazo y se está replegando su rol como única superpotencia. No hay una resolución de la UN que haya legalizado esta intervención. Rusia e Irán se han negado a integrar la coalición, argumentando que EE.UU. está combatiendo en Siria sin coordinar las acciones con el gobierno de Assad y China no se involucra aunque sus intereses coinciden en que el EI no se expanda. Cinco de las seis monarquías del Golfo (más Jordania) participan de los bombardeos de EE.UU., Francia y el Reino Unido en Siria e Irak. Teóricamente, el EI se nutre de los musulmanes sunnitas y combate a los chiítas. Pero la potencia sunnita en la región, que es Arabia Saudita, integra la coalición contra el EI y no la integra la potencia regional chiíta que es Irán. La estrategia estadounidense de combatir sólo por aire y que las tropas terrestres las pongan sólo los enemigos musulmanes del EI es insostenible en el tiempo. Las tropas terrestres ya se están viendo involucradas. Los asesores estadounidenses en Irak llegan a casi 2.000 y en Afganistán queda una base militar de la OTAN de 12.000 hombres -en su mayoría estadounidenses- tras la finalización de la retirada el próximo mes de diciembre.

Europa enfrenta simultáneamente el riesgo del terrorismo del EI en su territorio y la irrupción de los nacionalismos extremos. El conflicto entre Rusia y Ucrania está atenuado pero no resuelto y las minorías rusas en los países ex integrantes de la URSS son un conflicto potencial, cuyo desarrollo dependerá en gran medida de cuánto apele Putin a la popularidad que le da el nacionalismo ruso para atenuar los costos internos de las dificultades económicas. La derrota del separatismo escocés en el referéndum no ha hecho retroceder los proyectos de secesión en otros países del continente, como lo muestra el caso de Cataluña. Reclamar un referéndum como en Escocia se va extendiendo entre las minorías nacionales -que son mayorías locales- en diversos países del continente. En la mayoría de los referéndums realizados desde la Segunda Guerra Mundial triunfó el separatismo. La frustración económica europea -que se prolonga- exacerba el nacionalismo, como sucedió en los años treinta del siglo XX. Lo mismo sucede con la amenaza del terrorismo islámico, que también lo aumenta. A su vez, el incremento del nacionalismo conspira contra la unidad y la estabilidad europea y ello no contribuye a dinamizar la economía.

En conclusión: el Papa ha dicho que una nueva guerra global ha comenzado y es posible que los historiadores en el futuro confirmen su afirmación; se están concretando los escenarios más temidos: la regionalización de la guerra civil siria, el surgimiento de un “Afganistán” frente a las costas de Europa y la unificación del terrorismo islámico; la coalición que enfrenta al EI, liderada por EEUU, carece de marco jurídico, estrategia definida y claridad de objetivos y no podrá mantener una guerra solamente aérea como pretende; por último, la exacerbación del nacionalismo en Europa, combinado con la irrupción del separatismo, crean un conflicto concurrente, cuando el EI se plantea como riesgo dentro del continente.