Fernando Esteche quedó en evidencia como uno de los principales integrantes de una organización criminal que involucra al poder político de la república.
Surgió a la fama cuando incendió un local de Sobisch tras la muerte del docente y activista sindical Carlos Fuentealba, un militante socialista asesinado por la espalda a quemarropa por la Policía de la Provincia del Neuquén durante un operativo que buscaba impedir un corte de ruta.
Desde ese momento Esteche y su agrupación Quebracho fueron el símbolo de la violencia callejera y era común escuchar a los analistas decir que «eran los únicos que le disputaban la calle al kirchnerismo».
Esta creencia se acentuó cuando Esteche, tras un largo y trabado proceso, fue encarcelado y permaneció detenido durante más de un año.
La muerte de Nisman y la aparición de las escuchas que el malogrado fiscal tenía adjuntas a su denuncia, pusieron en evidencia una verdad tan sorprendente como escandalosa: Fernando Esteche es una más de las espadas del kirchnerismo y claramente el encargado de las «tareas sucias», esas en las que siempre conviene que el gobierno aparezca como ajeno.
En las últimas horas se conoció una nueva conversación entre Luis D’Elía y Alejandro «Yussuf» Khalil en la que este le dice al piquetero del poder que el famoso memorándum de entendimiento con Irán lo escribió con «Fernando», que no es otro que Esteche.
«¿Sabés quién me escribió el memorandum ese, quién lo escribió? Fernando, boludo. Me dice pasale esto, a ver si le interesa. Se lo pasé, y Baqarbah me dice no, te están haciendo el entre, bla bla bla, hoy se está firmando ese memorandum».
Las escuchas terminaron entonces de redondear la imágen de un hombre especializado en organizar violencia callejera y a su vez lo suficientemente refinado en lo intelectual como para diagramar en el papel los términos de la más grande conspiración criminal que se haya detectado en un gobierno argentino desde los tiempos de la Dictadura.
Cuando Esteche dice, en declaraciones periodísticas, que al espía Bogado lo conoció en Casa de Gobierno, concretamente en las oficinas del jefe de Gabinete, adonde él se encontraba «tratando mi situación judicial (sic.)», no hace otra cosa que avisar al gobierno que si le suelta la mano en la Causa Amia-Nisman, tiene muchas cosas para contar. Entre otras, claro está, el acuerdo para pasar una temporada en la cárcel, en condiciones verdaderamente vip, para consolidar la falsa imagen de un enfrentamiento con el poder cuando en realidad era una parte fundamental de la cara más oculta y criminal del mismo.
Historias de una verdadera organización mafiosa que estalló ahora con más fuerza que el tiro que destrozó la cabeza que ya había logrado ponerla en evidencia.