Luis Espinal, el jesuita al que Francisco homenajeará, fue un luchador que incomodó al poder. Especializado en periodismo y audiovisuales desafió a las dictaduras y denunció la corrupción.
Luis Espinal (1932-1980), el sacerdote jesuita español a quien el Papa Francisco rendirá homenaje en Bolivia, fue un luchador solitario, incómodo para al poder político y religioso, cuyo compromiso social le costó la vida. Especializado en periodismo y audiovisuales, Espinal convirtió la palabra y la imagen en sus instrumentos de denuncia. La Asamblea Permanente de los Derechos Humanos de Bolivia pide ahora su beatificación.
Esta organización hace un parangón de la vida de Espinal con la del arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, muerto a tiros en su país en 1980. Romero fue beatificado en mayo pasado. Para rendirle homenaje, durante su visita a La Paz, Francisco, el primer PAPA latinoamericano y jesuita, hará una parada en un lugar cercano a donde en marzo de 1980 encontraron el cuerpo torturado y baleado de Espinal. Paramilitares de derecha fueron responsabilizados por esos hechos, ocurridos ad portas del golpe militar del general Luis García Meza, hoy preso.
Cuando vivió en España, Espinal tuvo problemas con la dictadura franquista, que censuró su programa televisivo «Cuestión urgente» por sus reportajes sobre las chabolas (asentamientos humanos marginales) de Barcelona. En Bolivia (1968), produjo documentales sobre prostitución, violencia y alcoholismo para su programa «En carne viva», en la TV estatal, de la que fue cesado por entrevistar a un guerrillero.
La desigualdad social y la prepotencia de los gobiernos militares cuestionaron sus convicciones religiosas, y así lo manifestaba en sus editoriales en la radio católica Fides, incomodando a las dictaduras, que reiteradas veces ordenaron su detención por defender los derechos civiles. Espinal también irritó a la jerarquía eclesiástica. Una comparación entre los nuevos cardenales -«el senado más viejo, inclinado más a frenar que a abrir nuevos caminos»- y la ordenación del primer diácono aymara -«signo de una revitalizada iglesia boliviana»- disgustó al Nuncio de la época, que presionó para su alejamiento de la emisora. El cura jesuita desafió al régimen de Hugo Banzer (1971-78) sumándose a una huelga de hambre de 19 días, iniciada por cuatro mujeres mineras, que le arrancó al dictador una amnistía irrestricta.
Fue expulsado del matutino católico «Presencia», donde por una década hizo crítica cinematográfica, y en donde comparó al sacerdote de un filme que analizaba con muchos sacerdotes de la vida real, «que a veces están más con el poder que con el pueblo». Desde el semanario «Aquí» denunció la corrupción, la violencia ejercida contra el pueblo y los nexos de los militares con el narcotráfico, con lo que terminó de escribir su suerte.
«Jesucristo, te damos gracias porque no fuiste prudente ni diplomático; porque no callaste para escapar de la cruz; porque fustigaste a los poderosos sabiendo que te jugabas la vida», había escrito en sus reflexiones conocidas como «Oraciones a quemarropa». La noche del 21 de marzo de 1980, Espinal fue secuestrado por desconocidos tras salir del cine donde irónicamente asistió a ver la película «Los Desalmados». Lo torturaron hasta la muerte y en un sendero abandonaron su cadáver con 17 disparos.
Fuente: Agencia AFP