El pontífice y el patriarca se comprometieron a «intensificar nuestros esfuerzos para promover la unidad» de las Iglesias católica y ortodoxa.
«Expresamos nuestra decisión sincera y firme, en obediencia a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, de intensificar nuestros esfuerzos para promover la plena unidad de todos los cristianos, y sobre todo entre católicos y ortodoxos», dice el documento conjunto que firmaron este domingo Francisco y el patriarca ortodoxo ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo I.
El texto es el broche final de la primera visita del Papa a Turquía para favorecer el diálogo interreligioso y la paz en Medio Oriente. «Lo único que desea la Iglesia Católica y que yo busco como obispo de Roma es la comunión con las iglesias ortodoxas», aseguró.
La asistencia del Sumo Pontífice a la Iglesia Patriarcal de San Jorge, a orillas del Cuerno de Oro de Estanbul, cerró a un viaje que también tuvo por objetivo estrechar las relaciones entre la Iglesia Católica Romana y las iglesias ortodoxas.
El pontífice se inclinó y pidió a Bartolomeo I que lo besara en la frente, un signo máximo de humildad hacia al patriarca, «el primero entre iguales» de la Iglesia Ortodoxa. Ambos trabajaron en los últimos meses para crear un acercamiento entre las iglesias cristianas occidentales y orientales, divididas desde el cisma de 1054.
La presencia del Papa en Estambul -anteriormente conocida como Constantinopla, antigua capital del mundo cristiano bizantino- tuvo una carga fuertemente simbólica.
La visita fue vista como una oportunidad para tender puentes entre confesiones frente al ascenso del yihadismo con el grupo Estado Islámico en Irak y Siria, que ha supuesto una mayor persecución para las minorías cristianas en Oriente Medio.
«¿Cómo vamos a proclamar con credibilidad un mensaje de paz que venga de Cristo, si seguimos teniendo rivalidades y desacuerdos entre nosotros?», dijo Francisco, en referencia a la violencia en Oriente Medio.
Francisco ha reivindicado la «plena comunión» de los cristianos al subrayar ante el Patriarca ortodoxo Bartolomé I que «la Iglesia Católica no pretende imponer ninguna exigencia», sólo «la profesión de fe común» al tiempo que ha sentenciado que toda violencia es «un grave pecado contra Dios».
Durante el tercer y último día del viaje a Turquía, tras haber participado en la Divina Liturgia, Francisco ha condenado en el patriarcado ortodoxo de Estambul la violencia contra los cristianos pero se ha referido también explícitamente a los recientes atentados contra la Gran Mezquita de Kano en Nigeria donde al menos 120 personas murieron y otras 270 resultaron heridas.
En la Iglesia Patriarcal de San Jorge, el Papa ha puesto de manifiesto que «turbar la paz o consentir cualquier tipo de violencia, especialmente sobre los más débiles e indefensos, es un grave pecado contra Dios, porque significa no respetar la imagen de Dios que hay en el hombre».
Durante su discurso, ha dejado claro que lo único que la Iglesia Católica desea «es la comunión con las Iglesias ortodoxas». «Un verdadero diálogo es un encuentro entre personas con un rostro. No sólo un intercambio de ideas», ha comentado.
«Considero importante reiterar el respeto de este principio como condición esencial y recíproca para el restablecimiento de la plena comunión, que no significa ni sumisión del uno al otro, ni absorción, sino más bien la aceptación de todos los dones que Dios ha dado a cada uno, para manifestar a todo el mundo el gran misterio de la salvación llevada a cabo por Cristo, el Señor, por medio del Espíritu Santo», ha comentado.
El Papa ha enumerado las voces del mundo que piden a todos los cristianos, católicos y ortodoxos, «vivir plenamente el ser discípulos del Señor Jesucristo». Según el pontífice estas voces corresponden a los «pobres», a las «víctimas de los conflictos en todo el mundo» y a los «jóvenes».
Francisco ha lamentado que en el mundo hay demasiadas mujeres y demasiados hombres que sufren por «grave malnutrición, por el creciente desempleo, por el alto porcentaje de jóvenes sin trabajo y por el aumento de la exclusión social» y ha alertado de que estas circunstancias pueden conducir a «comportamientos delictivos e incluso al reclutamiento de terroristas».
Una vez más, el Papa ha clamado contra la indiferencia y ha dicho que estas personas no solo piden «ayuda material» sino que se les apoye para «defender su propia dignidad de seres humanos, para que puedan encontrar las energías espirituales para recuperarse y volver a ser protagonistas de su historia».
Así, ha llamado a «luchar» a la luz del Evangelio, «contra las causas estructurales de la pobreza: la desigualdad, la falta de un trabajo digno, de tierra y de casa, la negación de los derechos sociales y laborales».
«Como cristianos, estamos llamados a vencer juntos la globalización de la indiferencia, que hoy parece tener la supremacía, y a construir una nueva civilización del amor y de la solidaridad», ha expresado.
El Papa también se ha preguntado cómo se puede anunciar «de modo creíble el mensaje de paz que viene de Cristo» si entre cristianos y ortodoxos «continúa habiendo rivalidades y contiendas». «La voz de las víctimas de los conflictos nos impulsa a avanzar diligentemente por el camino de reconciliación y comunión entre católicos y ortodoxos», ha expresado.
Además, ha lamentado que haya jóvenes «que viven sin esperanza, vencidos por la desconfianza y la resignación» al tiempo que ha expresado que «nunca podrán alcanzar la verdadera sabiduría y mantener viva la esperanza», si los cristianos no son «capaces de valorar y transmitir el auténtico humanismo, que brota del Evangelio y la experiencia milenaria de la Iglesia».